Entre el hambre y los artistas

Antes de llegar a Udaipur, en una parada del autobús, gastamos nuestras últimas 30 rupias en agua, ya que no nos quedaba y no debería ser difícil encontrar un banco para cambiar los billetes grandes una vez llegásemos a la ciudad. Ir en autobús es, en general, algo más lento y caro que en tren, pero suele ir menos lleno y puedes ver el paisaje mejor. De camino a Udaipur vimos un montón de canteras de mármol y empresas dedicadas a su venta y distribución. En nuestro caso, tuvimos algo más de una hora de retraso por los atascos en los peajes, probablemente causados por el asunto de los billetes.

Alberto durmiendo en el bus

 

Tienda de mármol en la carretera

 

Uno de los varios peajes del camino

 

Al llegar a Udaipur, lo primero que hicimos fue preguntar por un banco. Agrupando y descifrando los chapurreos de tres o cuatro transeúntes, llegamos a una conclusión nada halagüeña: Los bancos no abren hasta el día siguiente y los cajeros hasta dentro de tres días. Esto viene a significar que no teníamos dinero. No cenamos la noche anterior porque el dhal bati nos dejó muy llenos, así que, llegados a este punto, llevábamos más de 24 horas sin comer.
Cambio de planes: Primero, encontrar una guest house donde dejar los bultos y acceder a internet para ver exactamente qué pasa con los billetes. Preguntamos por alrededor y ponemos rumbo al lago, con la esperanza de encontrar alojamiento en sus alrededores.

Tras una buena caminata, un indio (Dipesh) nos indica que más adelante, en Atithi guesthouse, indiquemos que nos ha mandado él y preguntemos por una habitación barata. Funciona perfectamente y poco después estamos descargando en nuestra habitación de 300 rupias la noche.

Nuestro cuarto en Udaipur

Una rápida búsqueda en Google nos informa de que los billetes de 1000 y 500 rupias han perdido su valor de forma permanente, con el objetivo de luchar contra el dinero negro, y que, durante los próximos meses, será posible cambiarlos por billetes pequeños (o unos nuevos billetes de 500 y 2000 rupias) en cualquier banco, hasta un máximo de 4000 rupias por persona y día. ¿La mala noticia? Los bancos están, efectivamente, cerrados hasta mañana por lo menos. Por suerte, parece que en la estación de trenes todavía se aceptan billetes grandes, así que podemos ir, comprar nuestros próximos pasajes y usar el cambio para comer. Sin más dilación, enfilamos hacia la estación, a unos tres kilómetros. Como no tenemos dinero, coger un rickshaw no es una opción.

El periódico no dice ni de lejos lo caótico de la situación

 

Por el camino nos cruzamos de nuevo con Dipesh. Tras agradecerle sus indicaciones, nos invita a visitar su escuela de arte, donde, junto con su novia escocesa y otros artistas, trabaja pintando sobre seda y otros materiales. Nos invita a un chai que nos mata un poco el hambre y nos enseña su colección. Acabamos cediendo y comprando una representación de la ciudad de Udaipur sobre seda como recuerdo. Aunque nos acepta billetes grandes, no conseguimos cambio por salir un precio redondo.

Piedras naturales que Dipesh mezcla con agua y cola para obtener los colores

 

Tinta de color ya preparada

 

Estudio de Dispesh

 

Pinturas en seda esperando a que la pintura seque para continuar

 

Detalle de Udaipur durante el día ya acabado
Tras una buena caminata, llegamos por fin a la estación, hacemos una cola bastante grande y compramos los billetes: 420 rupias. Pago muy contento con un billete de mil y el taquillero, sin cortarse un pelo, me da 80 rupias ¡y un billete de 500! Le digo que no puede darme un billete que está fuera de circulación, pero pasa de mí y salgo de la estación echando pestes del país, el gobierno y la madre que los parió.
Al poco, se nos acerca un tuk-tuk para ver si queremos un viaje. Le digo que sí, pero que lo pago con 500. Después de pensárselo un poco, acepta a cambio de subir un poco el precio del trayecto. Tras 30 horas sin comer, acepto sin mucha discusión.

Nuestra primera parada ahora que tenemos dinero es en una calle llena de puestecitos de comida. Un par de vendedores intentan colarnos precios muy altos (70-150 rupias), así que los ignoramos y seguimos caminando hasta encontrar un puesto con un cartel de precios. No sabemos lo que pone, porque está en hindi, pero lo más caro vale 30 rupias. Señalamos lo que parece el plato principal del local y levanto dos dedos. El hombre nos entiende y nos sirve dos cuencos con contenido misterioso. Preguntamos y nos dice que se llama chaat. Se trata de una mezcla de curry de garbanzos, una bolita de patata, una serie de verduras picaditas y salsas varias. Se ha convertido en nuestra comida callejera favorita. Está espectacular, y por ese precio te puedes comer tres.

Chaat

Nuestra intención era visitar el palacio de la ciudad, la principal atracción turística además del lago, pero cerraba a las cinco de la tarde y se nos pasó, así que dedicamos el resto de la tarde a deambular por la ciudad. Al poco de comenzar el paseo, nos atacó otro artista dispuesto a enseñarnos sus obras. Si llega a aceptar billetes grandes, compramos otra seda con unos elefantes azules, pero, por suerte, no fue el caso. Lo que sí compramos (porque aceptaba billetes de 500) fueron algunas especias en una tiendecita donde el dueño nos dio a probar los distintos tipos de masala y nos preparó un chai fuertísimo que Ana no pudo acabarse.

Tienda de especias
Udaipur es una ciudad muy bonita y razonablemente tranquila comparada con otras. Los vendedores son menos insistentes que la media, con la excepción de los artistas, que habitan por millares y se mantienen ojo avizor para atraer al turista despistado a sus tiendas o escuelas. Aun así, vale la pena echar un vistazo a sus obras e incluso comprar algo como recuerdo o decoración.

En nuestro recorrido, pasamos frente al templo, que visitaremos al día siguiente, y llegamos a un pequeño ghaat. Los ghaat no son más que zonas en contacto con el agua de un río o lago donde los hindús realizan las abluciones (baños rituales).

Lago de noche

Al caer la noche, callejeamos en busca de un restaurante poco turístico (y de un local de lassi que nos indicó Dipesh y nunca encontramos) y nos cruzamos con un espectáculo curioso. Un amplio grupo de gente, tocando música y cantando a todo volumen, con subwoofers incluidos, frente a un pequeño templo o santuario. Al asomarnos (insistieron en que nos acercásemos) nos sorprendimos al ver la figura de un dios hindú rodeado por una literal montaña de comida. Nos quedamos un rato esperando a ver si después se la comía la gente, pero la fiesta no tenía pinta de ir a terminar pronto, así que nos marchamos.

Fiesta en cuestión, en una calle como cualquier otra

Localizamos un restaurante no vegetariano pasada la torre del reloj de Udaipur, La aglomeración de indios y el hombre dedicado a preparar naan frente a la tienda nos convencieron y nos sentamos para pedir un par de platos de pollo y res (suponemos que no ternera) acompañados de arroz y naan. Incluyendo el agua, nos salió a unas 250 rupias en total y, aunque picante, estaba buenísimo todo.

Restaurante

 

Torre del reloj
Había, en el restaurante, una pequeña televisión donde ponían las noticias en indio. No podía creer lo que veía. Por señas, pregunto como puedo si lo que están echando son las elecciones estadounidenses. Me lo confirman. Trump es el nuevo presidente de EEUU. Mantengo un sano estado de incredulidad las siguientes 24 horas.
De vuelta al hotel, volvemos a echar un ojo a la fiesta frente al templo. Siguen con la música, aunque es bastante tarde.

Ya casi en la guesthouse, paramos a tomar un lassi de frutas en un pequeño puesto de zumos y nos retiramos a dormir. Ha sido un paseo largo, pero muy agradable e interesante. Lo fundamental es que, comprando un par de cosas, hemos conseguido algo de cambio, aunque apenas nos llega para pagar la habitación al día siguiente. Además, hemos lavado ropa en la habitación y la tenemos tendida por la misma, que ya tocaba.

Ana tomando lassi de frutas

 

No hay comentarios

  1. Jaime RGP

    Enganchado me hallo! Esperando la siguiente actualización 🙂

  2. Olga Camargo

    No pensé que lo de los billetes fueran tantos problemas… Menos mal que alguien los aceptaba

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