Antes de llegar a Udaipur, en una parada del autobús, gastamos nuestras últimas 30 rupias en agua, ya que no nos quedaba y no debería ser difícil encontrar un banco para cambiar los billetes grandes una vez llegásemos a la ciudad. Ir en autobús es, en general, algo más lento y caro que en tren, pero suele ir menos lleno y puedes ver el paisaje mejor. De camino a Udaipur vimos un montón de canteras de mármol y empresas dedicadas a su venta y distribución. En nuestro caso, tuvimos algo más de una hora de retraso por los atascos en los peajes, probablemente causados por el asunto de los billetes.
Tras una buena caminata, un indio (Dipesh) nos indica que más adelante, en Atithi guesthouse, indiquemos que nos ha mandado él y preguntemos por una habitación barata. Funciona perfectamente y poco después estamos descargando en nuestra habitación de 300 rupias la noche.
Una rápida búsqueda en Google nos informa de que los billetes de 1000 y 500 rupias han perdido su valor de forma permanente, con el objetivo de luchar contra el dinero negro, y que, durante los próximos meses, será posible cambiarlos por billetes pequeños (o unos nuevos billetes de 500 y 2000 rupias) en cualquier banco, hasta un máximo de 4000 rupias por persona y día. ¿La mala noticia? Los bancos están, efectivamente, cerrados hasta mañana por lo menos. Por suerte, parece que en la estación de trenes todavía se aceptan billetes grandes, así que podemos ir, comprar nuestros próximos pasajes y usar el cambio para comer. Sin más dilación, enfilamos hacia la estación, a unos tres kilómetros. Como no tenemos dinero, coger un rickshaw no es una opción.
Por el camino nos cruzamos de nuevo con Dipesh. Tras agradecerle sus indicaciones, nos invita a visitar su escuela de arte, donde, junto con su novia escocesa y otros artistas, trabaja pintando sobre seda y otros materiales. Nos invita a un chai que nos mata un poco el hambre y nos enseña su colección. Acabamos cediendo y comprando una representación de la ciudad de Udaipur sobre seda como recuerdo. Aunque nos acepta billetes grandes, no conseguimos cambio por salir un precio redondo.
Nuestra primera parada ahora que tenemos dinero es en una calle llena de puestecitos de comida. Un par de vendedores intentan colarnos precios muy altos (70-150 rupias), así que los ignoramos y seguimos caminando hasta encontrar un puesto con un cartel de precios. No sabemos lo que pone, porque está en hindi, pero lo más caro vale 30 rupias. Señalamos lo que parece el plato principal del local y levanto dos dedos. El hombre nos entiende y nos sirve dos cuencos con contenido misterioso. Preguntamos y nos dice que se llama chaat. Se trata de una mezcla de curry de garbanzos, una bolita de patata, una serie de verduras picaditas y salsas varias. Se ha convertido en nuestra comida callejera favorita. Está espectacular, y por ese precio te puedes comer tres.
Nuestra intención era visitar el palacio de la ciudad, la principal atracción turística además del lago, pero cerraba a las cinco de la tarde y se nos pasó, así que dedicamos el resto de la tarde a deambular por la ciudad. Al poco de comenzar el paseo, nos atacó otro artista dispuesto a enseñarnos sus obras. Si llega a aceptar billetes grandes, compramos otra seda con unos elefantes azules, pero, por suerte, no fue el caso. Lo que sí compramos (porque aceptaba billetes de 500) fueron algunas especias en una tiendecita donde el dueño nos dio a probar los distintos tipos de masala y nos preparó un chai fuertísimo que Ana no pudo acabarse.
En nuestro recorrido, pasamos frente al templo, que visitaremos al día siguiente, y llegamos a un pequeño ghaat. Los ghaat no son más que zonas en contacto con el agua de un río o lago donde los hindús realizan las abluciones (baños rituales).
Al caer la noche, callejeamos en busca de un restaurante poco turístico (y de un local de lassi que nos indicó Dipesh y nunca encontramos) y nos cruzamos con un espectáculo curioso. Un amplio grupo de gente, tocando música y cantando a todo volumen, con subwoofers incluidos, frente a un pequeño templo o santuario. Al asomarnos (insistieron en que nos acercásemos) nos sorprendimos al ver la figura de un dios hindú rodeado por una literal montaña de comida. Nos quedamos un rato esperando a ver si después se la comía la gente, pero la fiesta no tenía pinta de ir a terminar pronto, así que nos marchamos.
Localizamos un restaurante no vegetariano pasada la torre del reloj de Udaipur, La aglomeración de indios y el hombre dedicado a preparar naan frente a la tienda nos convencieron y nos sentamos para pedir un par de platos de pollo y res (suponemos que no ternera) acompañados de arroz y naan. Incluyendo el agua, nos salió a unas 250 rupias en total y, aunque picante, estaba buenísimo todo.
Ya casi en la guesthouse, paramos a tomar un lassi de frutas en un pequeño puesto de zumos y nos retiramos a dormir. Ha sido un paseo largo, pero muy agradable e interesante. Lo fundamental es que, comprando un par de cosas, hemos conseguido algo de cambio, aunque apenas nos llega para pagar la habitación al día siguiente. Además, hemos lavado ropa en la habitación y la tenemos tendida por la misma, que ya tocaba.
Enganchado me hallo! Esperando la siguiente actualización 🙂
No pensé que lo de los billetes fueran tantos problemas… Menos mal que alguien los aceptaba