Nos despertamos prontito. Este viaje es algo distinto a los anteriores, pues Alberto tiene que trabajar en horario normal. Al salir de la habitación para dirigirnos al lugar en el que se reúnen los empleados de Expensify (el trabajo de Alberto) una ola de calor y humedad nos abofetea en la cara. Como sumergirse en una bolsa de agua caliente.
Llegamos al punto de encuentro, justo enfrente del lago Hoan Kiem («Lago de la espada devuelta») y tras tan sólo andar cinco minutos, nuestras camisetas están empapadas.
El lago al que tenemos vistas recibe su nombre de la leyenda del héroe Le Loi, quien, cuentan, recibió una espada mágica del rey Dragón a principios del siglo XV. La espada apareció ante él gracias a un pescador que la encontró en su red mientras pescaba en las aguas verdes del lago. La espada ayudó a Le Loi a crecer en tamaño y fuerza. Con la ayuda de la espada y de sus 350.000 aliados, Le Loi derrotó a la dinastía Ming. China reconoció entonces la independencia de Vietnam y Le Loi se convirtió en rey. Tras ello, un día que estaba en el lago, la deidad de la Tortuga Dorada emergió de las aguas y se llevó la espada que llevaba en el cinto. Los aldeanos peinaron el lago en busca de la tortuga y de la espada, pero éstas nunca aparecieron. Le Loi anunció que la espada había sido devuelta al rey Dragón y le dio el nombre actual al lago.
Subimos al café donde es la reunión matutina y, sorprendentemente, todas las mesas interiores están ocupadas, véase que la reunión es a las diez y son las 8:45. Con gran pesar nos sentamos en una de las mesas de la terraza, frente a un ventilador que hace lo que puede por combatir el calor.
Cada día, Expensify nos invita al buffet de desayuno. Todo está muy rico. Por primera vez probamos el pho, uno de los platos típicos de aquí. A Ana le gusta bastante, la verdura tiene muchísimo sabor aquí y le da una toque fresco; a Alberto le parece soso y que sabe mogollón a cilantro.
Alberto se pone a trabajar y, antes de que den las diez, Ana se marcha con el marido de una compañera de trabajo de Alberto, Carl. Irán a patearse Hanoi mientras tanto.
Algunas de las fotos de este post tienen fotos de Alberto o con Alberto porque re-visitamos los templos juntos al día siguiente.
La primera parada de Ana y Carl es el templito que hay adentrándose en el lago, el templo Ngoc Son.
Los templos en Hanoi no parecen tener explicaciones en inglés, así que os dejo unas fotos para que os inventéis una historia al respecto y más abajo cuento lo que he aprendido en internet.
El templo Ngoc Son se construyó en el siglo 18th sobe la isla de Jade, una pequeña islita en el centro del lago Hoan Kiem.
La islita se une al borde del lago por un puente en cuya entrada se encuentra la torre Tortuga, en homenaje a la deidad de la tortuga dorada.
En teoría, hay tortugas de caparazón blando, en peligro de extinción, en el lago. Se dice que ver una de ellas trae buena suerte.
Ngoc Son significa «Templo de la montaña de Jade», está dedicado al héroe de guerra Tran Hung Dao, quien venció a 300.000 soldados enviados por el emperador mongol Kublai Khan en el siglo 13th para invadir Vietnam.
Dentro de la pagoda hay varias deidades y altares dedicados a Tran Hung Dao. También se pueden ver restos cerámicos y restos de un espécimen de tortuga encontrado en el lago, que pesa unos 250 kg.
Al salir del templo hacía un calor espantoso, así que Ana y Carl se pararon a por algo de beber. Los lugareños les dieron de probar una bebida hecha con caña de azúcar. Muy refrescante, pero con un regusto como a aceituna. Hay varias bebidas con caña de azúcar en Vietnam así que no estamos seguros de cual se trataba.
La siguiente parada de Ana y Carl fue el templo de la literatura, fundado en el siglo once. Era muy bonito y tal pero muy poco informativo, todos los carteles explicatorios menos dos estaban sólo en vietnamita. Recomendamos encarecidamente coger una audio guía o guía cuando sea posible, lo cual es muy barato. Las entradas a los sitios cuestan menos de euro y medio y el guía cuesta unos 4 euros.
Al día siguiente, cuando lo visitamos juntos, contratamos a un guía.
Gracias a él, aprendimos que el complejo fue en gran parte reconstruido en el 2000, siguiendo el estilo antiguo de construcción. La verdad es que sin guía hubiéramos asumido que todo era mucho más viejo. Gran parte del complejo fue dañado durante bombardeos por parte del ejército francés.
El complejo está dividido en 6 áreas, como se puede observar en el siguiente mapa:
La primera zona es la entrada al templo, cualquiera puede observarla.
Las dos siguientes áreas son tan sólo los jardines. El camino del centro estaba reservado a la familia real, los caminos laterales estaban reservados a los estudiantes y otros ciudadanos.
La puerta central entre el último jardín y la cuarta zona simboliza la sabiduría gracias a la literatura. El carácter chino dedicado a la literatura corona el interior de la zona superior y los círculos con 16 palitos en las ventanas simbolizan la constelación de la literatura. Por lo visto es una constelación de 16 estrellas que forman el carácter chino de literatura en el firmamento. Se espera que la luz de la sabiduría inunde el templo gracias a esta conexión con el cielo.
En la siguiente zona, hay un estanque con peces que no se ven muy bien. Pero lo más importante son los grabados de piedra. Éstos conmemoran cada uno de los exámenes reales que se hicieron en el pasado. El templo está dedicado específicamente al conocimiento a través del confucionismo. Cada tres años había exámenes a los que los alumnos se podían presentar. Si aprobaban, su nombre era grabado en éstas piedras.
Las tortugas en las que los grabados están montados representan la prosperidad y la longevidad del conocimiento. Las tortugas de tierra en la cultura vietnamita son uno de los cuatro animales sagrados, junto con los fénix, los dragones y los unicornios (qilin). Representan longevidad y la idea detrás de estas piedras es que las tortugas ayuden al paso de esta sabiduría de generación en generación.
Durante la segunda guerra mundial, estos grabados se enterraron bajo tierra y se cubrieron de cemento, para protegerlos de los bombardeos.
Para acceder a la siguiente zona hay que pasar un altar. El altar es en honor a Confucio, como cabría esperar. Está coronado por un cartel que es una réplica de la caligrafía de cierto rey chino y guardado por dos fénix con patas de bambú montados sobre tortugas de tierra que simbolizan la unión entre el cielo y la tierra y dan buena suerte.
Tras el altar, encontramos un templo cerrado dedicado a Confucio y sus cuatro mejores estudiantes (de los cuales solamente dos fueron discípulos directos). Antes de la academia, este complejo era únicamente el templo.
Tras el templo se construyó la escuela propiamente dicha. La siguiente zona era el área de evaluación donde se realizaban los exámenes. Hay bonsais y tiendas ahora.
En el edificio que une esta zona con la siguiente hay un pequeño museo con detalles de la vida estudiantil. Los estudiantes estudiaban de tres a siete años. Durante este período de tiempo, sólo tenían 5 días libres en total. Significando el quinto su expulsión.
Había que justificar el primer día; el segundo y el tercero acarreaban una sanción y los estudiantes tenían que presentar un trabajo y comprar papel para el resto de los alumnados. El cuarto día, además, se penalizaba con azotes. Y si faltabas 5 días en tu vida escolar se te expulsaba y se te alistaba en la milicia, dónde sólo se tenía la oportunidad de estudiar un día al mes.
La última zona que existe hoy en día es el pabellón de la universidad. Era donde se enseñaban las clases. Este edificio tiene dos pisos. En el piso inferior se venera a un gran profesor del Confucionismo en Vietnam, un gran maestro que renunció a servir a la realeza en China para extender el conocimiento por el país. Tradicionalmente, tras superar el examen real, los estudiantes adquirían un cargo en el gobierno, como mandarines (una especie de ministro o consejero) al lado del emperador. Este hombre decidió decantarse por la educación y extendió la cultura en su lugar de origen. En el piso superior se veneran los tres reyes que hicieron una mayor contribución al desarrollo del conocimiento y la cultura en Vietnam (básicamente los que más se involucraron con la escuela).
Originalmente había una zona adicional con los dormitorios de los estudiantes, había más de trescientos estudiantes, colocados en habitaciones por parejas.
En sus inicios, el complejo estaba abierto únicamente a miembros de la familia real, pero con el tiempo otros hijos de nobles estudiaron aquí y, llegado cierto punto, cualquier estudiante excelente, sin importar su origen, podía ser aceptado en la academia.
En los alrededores hay un tambor gigante que asumimos servía para convocar al alumnado.
A estas alturas, Ana y Carl se morían de hambre y se dirigieron de vuelta a los alrededores del lago para buscar comida. El calor era extenuante. Ana estuvo compartiendo ventilador con un joven vietnamita antes que le dijo que este calor es constante durante todo el año y que uno no se acostumbra.
De vuelta al casco antiguo, Ana y Carl pasaron por una calle muy larga llena de militares. Los militares, por lo visto, no tienen bien visto que se usen teléfonos móviles cerca de sus instalaciones o en su presencia, así que los guardamos para ahorrar problemas. Había tanques y muros altos a los lados, y nos obligaron a cambiar a la acera que estaba más lejos del complejo militar. Más tarde descubrimos que era el ministerio de defensa.
Luego pasamos por un parque misterioso donde la gente jugaba a unas cartas muy estrechas. Eran casi todo hombres.
Tras mucho andar y ver varias tiendas y mercados, decidimos comer en el primer sitio con sillas que encontramos.
Nuestra primera comida auténticamente vietnamita fue el Cơm Bình Dân. Es arroz con cosas y un caldo. La idea es pedir las cosas con las que quieres acompañar el arroz y, una vez tienes el arroz y las cosas, usas un cuenquito para poner un poco de caldo e ir mojando el resto (o eso creemos). Para Ana lo mejor siguen siendo las verduras.
Una vez transcurrida la comida Ana y Carl fueron de vuelta al lago para encontrarse con sus respectivos enamorados. Por el camino, Ana probó algo que no sabemos todavía si era durian o no, pero sabía a pies.
La mañana de Alberto fue mucho menos entretenida. Estuvo trabajando cambiando de café en café. Es curioso que un té o un zumo en uno de estos locales cueste lo mismo, más o menos, que una comida completa en muchos puestos callejeros.
Hablando de comida, el almuerzo del primer día fue, para Alberto, Bun Cha en Bun Cha Ta (notamos que aquí los restaurantes se llaman por el nombre de lo que sirven). Una sopa agridulce servida con bolitas de cerdo asado y, en platitos aparte, verduras frescas (el combo habitual que veremos por Vietnam: menta, sisho, albahaca…), fideos de arroz y rollitos de primavera. Va todo a la sopa y se come junto. Está que te cagas. Comida favorita de Vietnam hasta el momento (el pho es un rollo).
Una vez concluida la jornada laboral, pudimos darnos un baño en el hotel para librarnos del sudor y la pegajosidad del día. A la salida del hotel, nos adentramos en un sitio de masajes, de los múltiples que hay. Ana, pese a no gustarle los masajes decidió hacerse uno por recomendación de Alberto. Elegimos un masaje de cuerpo completo. Esta es la foto de antes, la de después es mucho más triste.
Nos maltrataron muchísimo, nosotros lo soportamos como valientes, pensando «esto es de esos que duelen pero luego te dejan como nuevo», pero la realidad no fue así. Dos días más tarde, a Ana aún le duele la espalda.
Después del masaje nos juntamos con compañeros de Alberto para comer en Don Duck, un restaurante que, como imaginaréis, se especializa en pato. Pato asado, rollitos de pato, pato en sopa, pato a la plancha. Todo el pato probamos. No estuvo mal. Estaba todo muy rico, y todos los platos eran muy diversos, a pesar de ser todo pato. De ahí, a un bar a hacer fiesta. La empresa de Alberto vive de lujo.
A las nueve y media la mayoría nos retiramos, había sido un día largo y casi todos teníamos jet lag.
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