Un Banco y una Boda en la Ciudad Blanca

La noche anterior acordamos por e-mail encontrarnos con Jose a las nueve y media – diez menos cuarto en las taquillas del palacio. Así que rápidamente al levantarnos dejamos las mochilas listas y nos fuimos a ver el templo hinduista.
A Udaipur se la conoce como la ciudad blanca. Como ya comentamos, de camino vimos un montón de yacimientos de mármol (blanco), y es con este material con el que están hechos el palacio, muchos templos y gran parte de las casas de la ciudad. El blanco podría ser también metafórico, pues es una ciudad claramente más limpia que las anteriores.
Al llegar al templo tuvimos que descalzarnos y pudimos ver a los hindúes más madrugadores practicando oración. No está permitido hacer fotos a ídolos hindúes o al interior de los templos, así que nos conformamos con mirar. Además de estos, encontramos a varias mujeres vendiendo ofrendas (flores y arroz hinchado) y a un señor muy amable que estaba muy feliz de que visitásemos su templo.
El templo de Udaipur, en pleno centro.

 

Detalles de las paredes del templo
Las paredes estaban esculpidas con detalle, pero al tratarse de un templo bastante pequeño lo pudimos ver todo rápidamente. Ya casi a la salida nos interceptó un señor y nos señaló una pequeña puerta lateral, dentro del propio recinto del templo, animándonos a entrar diciendo que era muy bonito. ¡Trampa mortal! Era otra escuela/tienda de arte. Nos costó, pero conseguimos escapar sin comprar nada, pese a su insistencia.
Como aún teníamos tiempo, fuimos a ver el ghat principal de la ciudad, que no era el que encontramos la noche anterior. Estaba muy tranquilo, sólo unas señoras se bañaban allí a estas horas. La vista del lago recién iluminado estaba espectacular.
Vista matutina del ghat, con una señora lavando ropa
De camino a palacio nos paramos en un sitio indio a tomar un lassi, una samosa y unos gulab jamun de desayuno. Nos encantó el lugar, los lassi estaban muy buenos y muy baratos (30 rupias), al igual que la samosa (15 rupias) y los gulab jamun (30 rupias por 3 gulab normales y uno negro, que suele costar entre 30 y 40 él solito).
¡Desayuno!
Al llegar a las taquillas de palacio nos dimos cuenta de dos cosas:
1.No podíamos costearnos la entrada (el museo costaba 200 rupias, la entrada al patio del palacio 30 rupias y el permiso de foto 50 rupias). La mayor parte de nuestro dinero seguía en billetes grandes.
2.No había ni rastro de Jose.
Esperamos hasta las diez y fuimos de vuelta a la ciudad. La noche anterior habíamos visto que allí había un museo de la ciudad e igual nos daba el dinero para ese museo. Una vez allí encontramos a Jose. Nos dijo que eso era la entrada principal al palacio. En efecto, los precios que se podían ver allí eran exactamente los mismos que vimos antes.
Jose estaba también sin un duro, aunque él ya había visto el palacio puesto que el día anterior le dejaron entrar gratis por pena. Nos dirigimos a encontrar un sitio de masajes ayurvédicos. La amiga de Jose le ha había recomendado hacerse uno de estos masajes antes de irse de la india y él ya estaba a punto de volver a casa. Además, pensamos que igual nos dejaban pagar con billetes grandes y así obteníamos billetes pequeños con los que continuar con el viaje.
Nanai de la China. Nadie quería nuestros billetes, pero sí nos hicieron rebajas en algunos sitios. Decidimos dejar lo de los masajes para luego y encontrar un banco. Cogimos un tuk-tuk entre los tres y llegamos a un banco. Nuestro primer banco indio, abierto y lleno de gente.
Un banco entre otros muchos, abarrotado de gente cambiando dinero.
 
Descubrimos que necesitábamos hacer fotocopias de nuestros pasaportes, hacer una cola extra larga y rellenar un formulario de cambio de billetes, por este orden.  Por suerte, después de estar unos buenos 40 min en el banco, un trabajador coló a Jose y Alberto, mientras yo seguía en la cola de las mujeres, por si acaso. Al cabo de 15 min ellos nos colaron a mí y a otras dos parejas de extranjeros. Podíamos cambiar un total de 4000 rupias por persona. Entre una cosa y la otra debimos de pasar una hora y media en el banco. Una vez tuvimos el dinero nos dirigimos al sitio de masajes, necesitábamos un descanso.
Alberto pidió un masaje de 45 min por 550 rupias y Jose uno de 60 min por 700 rupias. Yo pasé de masaje, que me hacen cosquillas, y me quedé leyendo el periódico y escribiendo el blog en una habitación fresquita. Al salir parecía que habían vuelto de la siesta más larga de su vida y decidimos ir a comer algo para despejarnos.
Le enseñamos a Jose el maravilloso puestecito de chaat que descubrimos el día anterior. A Jose le pareció muy curioso y ya que estábamos en eso de probar cosas nuevas Jose decidió ir a por todas y preguntarle a un señor que trituraba cañas que le diera un poco de lo que sea que hacía. Era zumo de azúcar (10 rupias). El señor aplastaba la caña de azúcar varias veces con una máquina y ésta soltaba el jugo que luego se filtraba y se mezclaba con lima, para crear una cosa a medio camino entre limonada y sirope de azúcar, nada empalagoso. Nos tomamos dos entre los tres. De paso, también decidimos probar una hamburguesa india en un puestecito. Jose se quedó un poco decepcionado ya que la hamburguesa no contenía carne. A Alberto y a mí nos gustó mucho, si te olvidabas de que en teoría era una hamburguesa, podías apreciar un sabor muy rico y distinto. Luego fuimos a por el postre, lassi y gulab jamun, en el mismo sitio en el que desayunamos. Jose no podía irse de la India sin probar el gulab jamun y ya que habíamos descubierto este sitio y que él iba a quedarse más tiempo en Udaipur consideramos que esta era una parada estrictamente necesaria.
El exprimidor de cañas

 

El mejunje en cuestión. Está mucho más bueno de lo que parece.
«Hamburguesa» india.
 
De camino a los postres, vimos nuestro primer elefante indio. Un pedazo de paquidermo caminando por las calles de la ciudad, ocupando ambos carriles (los carriles son tamaño moto) y bloqueando el tráfico sin pudor alguno. Le hicimos un par de fotos, pero no nos paramos mucho. Ya veremos elefantes en Jaipur.
Babar en la ciudad
Después, nos dirigimos todos a palacio y nos despedimos, nosotros echaríamos el rato que nos quedaba antes de que saliera el tren en el museo y jardines de palacio y Jose se tomaría un mojito con vistas al lago desde el palacio. Fue un placer haber coincidido con Jose una vez más.
Nos adentramos en el palacio y tachán… una horrenda y costosa decoración lila y blanca estaba en proceso de cubrir los patios y jardines de palacio. Se ve que alguien estaba muy interesado en casarse en el palacio de Udaipur. Como descubrimos más tarde hablando con uno de los encargados de la decoración, el palacio de Udaipur es una de los enclaves más codiciados para una boda, si puedes permitírtelo. Según él, probablemente se iba a casar allí una de las personas más ricas de la India, dados los detalles de la decoración, la fecha y el enclave. Las bodas indias duran de tres a diez días, lo siento por los turistas que se vayan a quedar sin ver Udaipur debido a la boda. Nosotros tuvimos tiempo de ver el palacio por dentro y pasear tranquilamente por los jardines antes de coger nuestro tren.
Entrada a palacio

 

El palacio de mármol

 

¡Bodorrio!
El museo de palacio es interesante. Más que un museo de un palacio es un museo de arte. En las paredes de las distintas habitaciones del palacio se pueden ver las obras que los artistas de la ciudad recrean continuamente en seda, mármol y madera en sus talleres. El palacio estaba muy bien cuidado y se veía que habían realizado varias tareas de restauración. Por algún motivo, construcciones como estas muchas veces quedan abandonadas en la India, y la historia de sus muros se pierde para siempre sin que a nadie le importe, fue agradable ver que no era así en este caso.
Las pinturas estaban acompañadas de alguna explicación en la mayoría de los casos, los resúmenes que me hacía Alberto me parecieron muy interesantes, aunque lo que más me gustó fue la armadura de los caballos, que los “disfrazaba de elefantes”.
Caballo disfrazado de elefante

 

La ciudad blanca desde el palacio
Lujo palaciego
Los jardines son muy bonitos y luminosos, sobre todo al atardecer. Yo creo que esta es la mejor hora del día para ver este palacio ya que se aprecia cómo los rayos del sol anaranjados bañan sus paredes y las aguas del lago que lo bordean.
Lago al atardecer
Al terminar la visita cogimos rápidamente un tuk-tuk a la estación. Donde nos esperaban unas 4 horas de camino hacia Bundi. Nos hubiera gustado pasar más días en Udaipur. Pese a los artistas, los continuos pitidos de vehículos (típicos de la India) y los problemas monetarios, se respiraba tranquilidad, más que en Jaisalmer, a la que muchos llaman “la ciudad tranquila”.

No hay comentarios

  1. Manuel

    Que maravilla de viaje. Hay que quedar a la vuelta en Madison para ponernos al dia y lo que no hayais puesto en el blog. Saludos y cuidaros. Manuel

Los comentarios están desactivados.