Subiendo al Coche de un Desconocido Porque nos Ofreció Caramelos Chai + Especial cocina india

Tras levantarnos y acicalarnos, nuestro primer objetivo es localizar el Raj Mandir, un cine indio donde, si nos cuadra el horario, planeamos ver alguna película de bollywood o lo que haya. Según hemos leído, es el cine indio por excelencia y una experiencia en sí mismo, y no debe caer demasiado lejos de la guesthouse.
Por el camino, encontramos un banco abriendo y con bastante poca cola, así que nos acoplamos rápidamente para cambiar algo del dinero que nos queda. En éste sólo nos dejan cambiar 2000 rupias por cabeza, así que eso hacemos. Además, paramos en un par de cajeros que nos cruzamos, pero ninguno tiene dinero (ni cola delante, en consecuencia, pero había que probar).
Sabemos, además, que en algún punto de esta calle está el Lassi Wala, un local de lassis donde, en teoría, sirven uno de los mejores de la India.
Efectivamente, casi al final de la calle, vemos unos carteles indicando que ahí está el Lassi Wala… y 30 metros más adelante, otros, en un establecimiento completamente distinto. Sin saber bien, nos paramos en el segundo y pedimos sendos lassis, que nos sirven en unos vasos altos de barro. Efectivamente, ¡estaban buenísimos!, pero no necesariamente mejores que otros como el especial que tomamos en Jaisalmer o el que nos sirvieron donde el Dhal Bati en Jodhpur. A pesar de todo, seguimos nuestro camino satisfechos.
Nos intercepta un conductor de tuk-tuk para darnos conversación. Al contrario que otros, no parece empeñado en que subamos al tuk-tuk, solo le apetece charlar. Le contamos un poco de nuestro viaje y él nos cuenta de su vida. Se llama Narender y su ocupación principal (es decir, su casta) es artista, en concreto, se define como músico, aunque luego veremos que hace un poco de todo.
Tras un rato charlando, nos pregunta si nos puede invitar a un chai, a lo que accedemos, y nos subimos a su tuk-tuk. Decide llevarnos a su casa para presentarnos a su familia y enseñarnos la colonia de artistas donde vive. Según nos cuenta, todos los artistas viven juntos en esa zona. Apenas unos segundos después de arrancar, y tras girar una curva, vemos el cine y, casi al lado, otro Lassi Wala. Preguntamos a Narender y, efectivamente, ése era el de verdad, aunque en ese momento estaba cerrado. Bueno, el que tomamos estaba rico también.
Llegamos a la colonia de artistas, que es una amalgama de casas y callejuelas bastante pobres y Narender nos lleva a su casa. La casa de Narender consta de dos pisos. El primero lo forman dos pequeñísimas habitaciones donde, suponemos, duermen él, su mujer y sus tres hijos, y un aseo diminuto. El superior es una terraza descubierta que hace las veces de cocina, con un pequeño anexo cubierto que equivale al salón y donde Narender extiende una manta para que nos sentemos. Además, hay otro pequeño cubículo (también descubierto) que usan como lavadero, ducha y retrete (el agua cae por un agujero en el suelo, sospechamos que al aseo de abajo).
Narender nos cuenta que viaja por el mundo con su grupo, normalmente son cuatro, dos músicos titiritieros y dos bailarinas, aunque a veces son hasta ocho. Al principio no me lo creo mucho, pero, efectivamente, nos enseña fotos de actuaciones en Francia, Alemania, Japón, varios países africanos, etc. Actúan en una gran variedad de escenarios, desde colegios de primaria hasta eventos políticos. Además, localmente, tocan en bodas y hacen espectáculos de marionetas varios. Parece que gana un buen dinero (unas 20.000 rupias por boda) y actúan un par de veces por semana durante la temporada de bodas. Esto nos hace preguntarnos por qué viven en una casa tan pobre y en unas condiciones bastante regulares. ¿Quizá tenga más que ver con la casta que con la capacidad económica? No hay manera educada de preguntar, así que no decimos nada.
Nos cuenta, también, que enseña a sus hijos y a los vecinos a tocar música y bailar, aunque no quiere que su hija baile por dinero de mayor. Todos los niños de la zona son hijos de artistas, así que tendrán que ser artistas de mayores. La casta va con el apellido. Del mismo modo, cuando crezca, casará a su hija con un artista, pues los matrimonios son siempre dentro de la propia casta. Comenta, sin embargo, que quiere que sus hijos (hija incluida) puedan escoger pareja, aunque él, en su momento, no pudo.

Sobre su familia, Narender tiene una niña de 9 años (Neha) y dos niños de 4 y 2 años (Lucky y Anaso). Su mujer, Rati, está ahora embarazada del cuarto.

Ana y Lucky
 

El matrimonio, por supuesto, fue concertado. Se casaron jóvenes (no me enteré bien de la edad, pero igual como a los 15), tanto que durante los primeros años vivieron separados, cada cual con su familia. Narender dice que al principio no estaba contento, pero que ahora, a sus 35 años, lo está mucho.

Después del chai, Narender nos invita a quedarnos a comer y a tomar un par de cervezas. No creo que sea una experiencia que podamos repetir, así que aceptamos encantados. Ana se sienta con las mujeres a apuntar la receta del Dhal (el curry de lentejas que es el alimento básico de las familias rajastanís), mientras yo voy con Narender a la tienda de alcohol a por la cerveza.

Aprendiendo a cocinar

Al volver, los niños se han multiplicado. Asumo que son vecinos y familiares y, al poco, están todos tocando el tambor y bailando. Narender nos cuenta que son algunos de los niños a los que enseña música. Como curiosidad, se saben La Macarena (la idea, para la letra dicen “Macarena” todo el rato) y Papi Chulo.

 

Cantando La Macarena
Cuando acaban, Narender y yo charlamos mientras las chicas siguen con la cocina. Se ve claramente cómo está estructurada la sociedad y la familia indias, aunque Narender me cuenta que a veces cocina él.
Hablamos un poco de todo con la cerveza. De la cultura india, de religión, de España y Estados Unidos, de política… Lo normal de bar. A Narender le gusta Modi a medias y no le gusta nada Trump. Además, me explica que, en la religión hindú, Visnú se encarnó siete veces en la Tierra para difundir su mensaje, y que cada uno de estos avatares recibe un nombre distinto pero que, aunque personas distintas, son todos un mismo dios. Me sorprende la similitud de ideas con la Santísima Trinidad cristiana. Narender tiene una visión interesante de la religión. Su teoría es que existe un Ser Supremo que toma distintas formas o “caras” dependiendo de la cultura, para transmitir mejor el mensaje.
Mientras charlamos, los niños vienen a verme cada poco rato. Juego con ellos, los lanzo al aire y les hago un par de trucos de monedas, que siempre ayudan. Al pequeño le encanta lo de volar.
Al poco tiempo, llegó el dhal. Ana tiene toda la receta apuntada y está bueno, pero bastante picante. Con el dhal, agua y el chapati de rigor, esta vez acompañado de mantequilla.
Después de comer, Narender se echa en el mismo suelo, se tapa y me invita a hacer lo mismo. Entre la cerveza y el curry caigo rendido a pesar de la dureza de la “cama”.
Cuando me despierto, Ana está toda decorada. Las niñas, con las que ha estado jugando, le han puesto pendientes y un colgantito en la frente y están muy interesadas en mi opinión. Les digo que está muy guapa y se quedan contentas.
Se acaba el día y llega la hora de despedirse. Narender hace una parada en una tienda de pashminas y chales que conoce, ya que le decimos que nos interesaría echar un vistazo. La tienda es estupenda, precio fijo y excelentes opiniones online. Además, es como un museo y el dueño nos enseña distintas telas y calidades y nos enseña a reconocerlas, para que no nos estafen. No compramos nada, pero nos quedamos con la idea de volver una vez sepamos lo que queremos. Después de todo, todavía nos queda un día y medio en Jaipur.
Narender nos deja en el hotel y nos despedimos con un par de promesas: al día siguiente nos recogerá su hermano (que también tiene un tuk-tuk) para llevarnos de turisteo a los monumentos (el Fuerte Ámbar y el palacio de los monos), y al otro más iremos a visitarles antes de marcharnos para que nos cocine pollo (hasta entonces no pueden, pues son los días de Ganesha y Hanuman y no se pueden comer alimentos animales) y nosotros tortilla de patatas.
Pero nuestros planes se verán truncados, pues empiezo a encontrarme mal de la barriga y, al poco tiempo, estoy alojado en el baño, con náuseas y el pack completo que no describiremos para no ofender sensibilidades.
En mitad de la noche, Ana se une al club.

Especial cocina india

Los indios no compran para varios días, ni siquiera compran por la mañana lo de la comida y la cena, y no es porque no tengan nevera, que la tienen. Van a comprar a medida que necesitan los ingredientes, unos 10 min antes de empezar a preparar la comida y según se necesiten ingredientes si se han dejado algo. Es una escena que hemos visto varias veces en restaurantes y en casa de Narender.
Normalmente la comida se compra en puestecitos callejeros, los niños de Narender, de dos y cuatro años, no tenían ningún problema en ir a comprar solos. (Tampoco tenían ningún problema en poner y quitar la mesa y ayudar a cocinar).
Una familia pobre no tiene muchos utensilios de cocina, básicamente podemos encontrar:
  •        Un hornillo portátil, un rectángulo de metal del tamaño de dos tableros de ajedrez en el que hay una zona donde puedes encender fuego con madera. Esta zona tiene unos soportes para sujetar la sartén o el caldero que se use.
Hornillo
  •         Una sartén de chapati. Yo llamo sartén a esto por ponerle un nombre, pero es más bien un plato acuencado, normalmente de hierro, en el que se tuesta la masa para hacer chapati.
  •        Dos calderos de aluminio. Son calderos de unos 3 a 5 litros, que usan como ollas o para almacenar agua que usarán para cocinar.
  •          Unas bandejas de aluminio, que usan como platos y fuentes.
  •          Unos cuencos de aluminio, para poner las salsas o especias si es necesario.
  •          Un par de cucharas, para servir sólo, ya que los indios comen todas las comidas con las manos (únicamente la mano derecha), acompañadas de pan (ya sea chapati, naan, o roti) el cual puedes partir usando la mano izquierda.
  •          Un cuchillo, que usan para cortar todo lo que sea necesario.
  •         Unos boles, de aluminio también, donde mezclan los ingredientes.
  •         Una tabla de piedra con una piedra que hace las veces de rodillo, donde muelen distintos ingredientes.
  •         Unos vasos de aluminio, en caso de que sean menester. Es de mala educación en india que tus labios toquen el mismo borde del que otro va a beber. Normalmente, al beber agua de una botella, por poner un ejemplo, la dejan caer desde uno o dos dedos de altura en su boca. En el caso de una cerveza, es más socorrido usar distintos vasos. Si van a compartir un cigarrillo también fuman sin tocar el cigarro haciendo una especie de cueva con la mano.
  • Cucharón y espumadera.
  • Unas tacitas para el chai.

Mientras estuve en la “cocina” de Narender, no pude hacer mucho más que observar e intercambiar algunas palabras. Estaba con Neha, su prima Roti y la hermana de Roti, y ninguna de ellas sabía mucho inglés. Aun así, fue una experiencia muy interesante y enriquecedora. Aprendí mucho de cómo hacían las cosas y de sus costumbres. Les estoy muy agradecida.

Pelando ajos con los niños

Durante los últimos minutos de preparación, cuando sólo había que esperar a que la cocción del dhal terminase, los niños y niñas se unieron a nosotros y jugué con ellos a juegos de palmas y a cantar. Éste parece ser su mayor entretenimiento, además de corretear por las casas de los vecinos, y les hace muy feliz hacerlo con un extranjero.

 

Jugando a juesgos de palmas con Neha y su amiga