Entre terribles disturbios, llegamos al MEJOR NAAN DE TODA LA INDIA (con mayúsculas)

Nuestro vuelo a Delhi fue de apenas hora y media. Esa noche planeábamos quedarnos a dormir en una guest house cerca de la calle del Bazar Principal, una zona llena de mochileros, mercaderes y tiendas. Habíamos reservado esta noche, porque como ya comentamos con anterioridad, si por la tarde no tienes ya habitación cogida y eres extranjero, te ponen pegas.

Aterrizamos sin problemas y nos subimos a una línea de Metro que nos dejaría directamente en la estación de Nueva Delhi, a tiro de piedra del Bazar Principal… O eso pensábamos.

Aunque, en principio, geográficamente no está muy lejos de nuestro destino, nos encontramos con un obstáculo inesperado: las propias vías de tren, que se interponen en lo que debería ser un camino de 5-10 minutos. La estación de trenes está justo al lado, así que decidimos intentar colarnos un poco y ver si se puede cruzar las vías por ahí.

Nuestra incursión fracasa y nos para un trabajador de la estación. Le explicamos como bien podemos nuestro destino y, básicamente, se lleva las manos a la cabeza y nos dice que estamos locos y que ahí no se puede ir.
Nos insta a coger un tuc-tuc e ir a la oficina de turismo del gobierno, para que nos aconsejen.

Acostumbrados a las historias y engaños tan frecuentes en la India, no le hacemos mucho caso y sospechamos que nos intenta estafar de alguna manera. Al poco nos damos cuenta de que resulta que, en este caso, la historia es real.
Al parecer, según deducimos tras varios chapurreos de inglés con un policía, por lo visto, ha habido manifestaciones y revueltas y las cosas están muy caldeadas. El motivo parece ser que el gobierno (no sabemos si local o nacional) no ha estado mandando dinero a las zonas musulmanas de las ciudades, con lo que los cajeros y bancos están desabastecidos de billetes nuevos (recordemos que todos los billetes de más de 100 rupias se volvieron inútiles de la noche a la mañana hace algo más de una semana) y nadie puede ni sacar ni cambiar los billetes viejos. El Bazar Principal es una de esas zonas y ha habido movida. Nos informan de que es, ahora mismo, una zona peligrosísima.

Se supone que hay tuc tucs oficiales que tienen un precio fijo (50 rupias) que podemos coger en esta situación (nos dice el policía). Hacemos uso de uno y ponemos rumbo a la oficina de atención al turista, para que nos digan qué hacer.

El conductor nos sigue comentando sobre la situación, y dice que lo mejor que podemos hacer es abandonar Delhi e ir a Agra o Jaipur. Empezamos a preocuparnos y, finalmente, tras caer la noche, llegamos a la oficina, donde, tras un rato de espera (parecen muy atareados al teléfono), nos atiende un agente con perfecto inglés. El joven nos explica la situación, y nos dice que, siendo extranjeros no deberíamos tener problemas en alojarnos en esa zona. Los manifestantes no tienen problemas con los turistas y los medios y la gente han exagerado mucho la situación (probablemente para poner a los manifestantes como el enemigo). Tras hacer una llamada y confirmar que, con nuestra reserva de guesthouse, se nos permitirá en paso a la zona, que sí que está vigilada, nos dice que cojamos otro tuc tuc, y vayamos hacia allí, pero que estemos alerta por si hubiera altercados.

Cogemos un segundo tuc tuc oficial por el mismo precio y llegamos a la calle del Bazar Principal. Por el camino vemos un bar que se llama Lord of the Drinks. A ver si pasamos a verlo otro día.

Por la calle del Bazar, la gente parece estar bastante tranquila, haciendo vida normal en la calle. Se ven algunos turistas.

Tras dar unas vueltas, encontramos nuestra guest house, escondida tras unas estrechísimas callejuelas a las que, extrañamente, sólo se accede desde la parte trasera de unos puestos callejeros. Dejamos allí nuestras cosas, y nos disponemos a ver lo que podamos y a cenar.

Aquí todo cierra pronto, así que no nos paramos mucho en los puestos, ya habrá tiempo para eso mañana. Vemos varios sitios interesantes para cenar y nos decantamos por uno en el que no hay ni un turista pero está abarrotado de indios. Los dueños, pese a estar a tope y hablar casi nada de inglés, nos acomodan en una mesa. Elegimos unos currys del menú y unos naan de paneer (queso) que parecen estar muy solicitados. De beber, cómo no, pedimos unos lassis.

¡Lassi!

Aunque antes de ver la comida pensamos varias veces «¿dónde nos hemos metido» al ver unas ratitas o ratones paseando por el lugar, todo esto se nos olvida completamente al recibir nuestra comida, la cual recoge el dueño del local por medio de poleas. ¡Sí, poleas! Parece ser que en la parte de arriba del cuchitril se encuentra la cocina, aunque los techos del segundo piso parecen muy bajos vistos desde fuera y las escaleras un tanto inaccesibles. Así pues, la comida la debe cocinar un gnomo u otro ser extraordinario que vive allí, y cuando la tiene lista la baja por medio de poleas y una cestita al piso de abajo.

El local por dentro

Volviendo a la comida, se trata de unos de los mejores currys que hemos tomado y SIN DUDA ALGUNA, El MEJOR NAAN DE TODA LA INDIA. No es porque fuese de paneer, ya habíamos probado muchos naan antes de viajar y durante este viaje, simplemente la textura de la masa, la temperatura y los ingredientes lo hacían destacar muy por encima del resto. Y eso que, por lo general, un buen naan blandito y calentito ya de por sí está muy rico.

Tomamos bastante Naan esta noche, y en los próximos días habría veces que comeríamos sólo de este maravilloso naan de paneer, manjar de los dioses. No os quepa duda que volveremos a Delhi aunque sólo sea por el naan de este sitio. Desde luego, no nos podemos morir sin probarlo de nuevo. No tenemos fotos del naan, porque nunca nos duró lo suficiente como para que nos diera tiempo de hacerlas.

Al final, efectivamente, los disturbios estaban muy exagerados (vamos, que no vimos ni uno) y la zona era perfectamente tranquila y un buen sitio para alojarse.