El vuelo se nos hizo largo, pese al buen servicio de la aerolínea y el hecho de que llegó 20 minutos antes de tiempo. Estábamos cansados porque no habíamos apenas dormido el día antes y veníamos de trabajar.
No sabemos muy bien por qué pero ANA airlines decidió hacer un vuelo temático:
Al subir al avión nos recibió un Yoda sentado cerca de la cabina.
Durante el embarque y desembarque, el avión estuvo reproduciendo música de Star Wars.
R2DR y C3PO comentaron el despegue y aterrizaje, dándonos la bienvenida.
Las azafatas llevaban delantales de BB8, y las servilletas y reposa-cabezas iban a juego con sus delantales.
Otra cosa a destacar del vuelo es la comida, creemos que fue la mejor comida de avión que hemos probado.
Para empezar las azafatas the daban un menú con fotos y descripciones en que podías elegir entre A y B.
Los dos elegimos el menú A, que podéis ver aquí:
A Ana le encantó la carne con arroz. Estaba tierna y jugosa, y el arroz estaba cocido a un punto perfecto.
La parte preferida de Alberto fueron los soba instantáneos de arroz. Venían con una salsa y un aderezo que les tenías que añadir, la textura era totalmente distinta a los fideos de casa. Aunque a Ana le gustase más la carne, admite que son los mejores fideos que ha probado hasta la fecha.
Durante el resto del vuelo no dejaron de alimentarnos: un picoteo japonés, una napolitana de chocolate, el desayuno, etc.
Al aterrizar lo primero que hicimos fue ir al baño. Ana no pudo evitarlo y se dedicó a apretar todos los botoncitos del retrete. Los retretes japoneses tienen musiquita para que no te oigan y chorritos de agua para dejarte bien limpito.
He aquí la respuesta a todas vuestras dudas:
- Los chorritos están muy bien diseñados, dan perfectamente en el blanco.
- Tienen bastante potencia.
- Los chorritos te hacen cosquillas, muchas cosquillas. Los dos.
- Yo creo que la musiquita en realidad está para que nadie te oiga reir.
En fin, ahora cada vez que voy al baño a intentar usar uno de estos, experimento pavor y luego alegría. Es como una montaña rusa, la expectación/nervios de la caída (véase aquí el primer contacto con los chorritos) frente a la diversión de la experiencia (de verdad hacen muchas cosquillas).
Lo siguiente que hicimos fue correr a aduanas para ser los primeros y evitar esperar durante horas.
Fue completamente innecesario:
- Las cintas transportadoras son mucho más rápidas que las de España o EEUU.
- El personal de aduanas es muy muy eficiente. Incomparable al de Estados Unidos.
Creo que estuvimos unos 3 minutos en aduanas, contando la espera en la cola.
Las maletas salieron de las últimas. Además tuvimos un susto: mientras esperábamos a las maletas, Alberto fue a por dinero y el cajero le dijo que la tarjeta no estaba activada (cuando nosotros habíamos llamado al banco el día anterior). Mientras esperábamos, Alberto llamo al banco por Skype usando el wifi del aeropuerto y estaba cerrado.
Para aumentar la tensión, al salir con las maletas, nos dijeron en información que la oficina del JR pass estaba cerrada por hoy.
Para los que no lo sepáis JR Pass es un pase de una 7, 14 o 21 días que puedes comprar antes de ir a Japón y que te permite usar la mayor parte de los servicios de JR (la mayoría de trenes y algunos metros y barcos) de forma ilimitada durante ese periodo de tiempo. Algo así como un interrail japonés. Los papeles que te mandan al comprar el pase no se pueden usar tal cual. Es solamente para turistas, así que no te dan el pase físico hasta ver tu sello de turista en una oficina.
En caso de que os pique la curiosidad, nosotros compramos un pase de 21 y un pase de 7, ya que vamos a estar aquí un mes. Son muy caros, pero nos compensaba con creces al coger tantos trenes como vamos a coger. El transporte público en Japón no es precisamente barato.
Antes de irnos del aeropuerto fuimos a comprar una SIM. Es complicado conseguir un número de teléfono en Japón, pero se pueden conseguir datos sin problemas por unos 40 euros. En el proceso, Alberto descubrió que otro cajero del aeropuerto sí nos permitía sacar dinero. Para los que no estén informados, en Japón normalmente se paga en efectivo. Pocos hoteles o tiendas aceptan tarjeta.
Pasado el susto inicial fuimos al metro. Sin nuestro JR pass activado, tuvimos que pagar el precio normal, que fueron unos 10 euros entre los dos.
La parada de metro era genial, sonaba una musiquita super alegre durante dos minutos, cuando quedaban dos minutos para que viniese el metro.
El metro en sí era una explosión de color e información. No necesita explicación:
Como dato informativo, éramos los únicos no asiáticos del vagón (sí, viniendo de un aeropuerto!), pero estaban acostumbrados.
Después de un transbordo y varias parada llegamos a Shinjuku, la estación más grande que hemos visto. Normal, es la estación de tren con más viajeros diarios en todo el mundo. Está compuesta por varios edificios (contamos cuatro o cinco) y varios niveles subterráneos que los conectan. Yo definiría la estación como una ciudad pequeña. Desde luego hay pueblos muchísimo más pequeños que la estación de Sinjuku.
Cuando conseguimos salir… nos invadió la humedad. Había un tifón ese fin de semana.Por ahora no llovía, pero toda la lluvia acumulada flotaba en el aire. Basta con decir que la tinta de nuestros papeles se corría…
El primer contacto con Japón fue un poco soso. Salimos hacia la zona más urbana de Shinjuku y no era más que edificios altos. Entre eso y que era ya de noche, lo único japonés que se veía eran los carteles de las calles.
Con esta agradable temperatura y sensación, anduvimos durante unos 20 min hasta llegar a nuestro apartamento de Airbnb y además descubrimos que las ruedas de la maleta de ruedas están rotas y no ruedan. Muy divertido después de las 16 horas de viaje. ¿Dijimos ya que estábamos cansados?
Nuestro AirBnB en Shinjuku es un apartamento alquilado por una familia que trabajaba en un restaurante de yakiniku (una especia de barbacoa o parrillada de carne) en la planta baja. La verdad es que olía genial.
Los dueños fueron muy amables y tras explicarnos el sistema de reciclaje que usan nos dieron las llaves y las buenas noches.
En Japón dividen por lo general la basura en tres categorías:
- Latas y botellas de plástico.
- Otros plásticos.
- Cosas que no se puede calificar como ninguno de los anteriores.
La idea es que las latas y botellas se reciclan por separado, los plásticos se reciclay y el resto se incinera.
Con una ducha en nuestro maravilloso baño japonés (pese al tamaño, esto no es una ironía, ese baño es muy práctico y cómodo y solo te das cuenta al usarlo) nos limpiamos la humedad y 20% del cansancio que llevábamos.
Revitalizados, nos sentimos con energía suficiente como para salir a la aventura y comer en nuestro primer Izakaya (el equivalente japonés a un par de tapas), recomendado por Ayano, nuestra amiga de whatsapp. Tal vez no lo creáis, pero estábamos muertos de hambre. Llegados a este punto, serían las 10 y media de la noche.
El trecho a la estación fueron unos 10 minutos. Sin maletas somos mucho más rápidos. Cruzamos por el callejón del pis (una estrecha callejuela famosa por sus bares e izakayas) al lado este de la estación y llegamos a nuestro izakaya sin mucha dificultad.
Las calles estaban oscuras y desiertas en el lado oeste, pero en el lado este eran luminosas y llenas de vida. A los japoneses les encanta ir de parranda, y muchos izakaya son 24 horas.
Nos encantó pasear por las calles, intentar leer cosas y perdernos. Al llegar al izakaya hicimos lo que mejor pudimos con nuestro japonés y esto fue el resultado.
También pedimos Takoyaki, bolitas de pulpo, pero las que hace Ana en casa están mejores. No son un plato típico de Tokio, así que mantendremos las expectativas hasta Osaka.
Estaba todo muy rico, pero ninguna de las cosas fue extremadamente espectacular. Nuestra comida preferida siguen siendo los fideos y la carne, por el momento. (Aunque Alberto no deja de repetir que le impresiona lo bueno que estaba el choco. Es verdad que es difícil encontrar un choco tan bueno incluso en España. En Wisconsin es imposible, claro)
Conseguimos pedir la cuenta y pagar. Nuestra siguiente misión era intentar tomar algo en el callejón del pis. Pero cayó el diluvio universal mientras estábamos ahí. No lo habéis entendido bien, EL DILUVIO UNIVERSAL. Creo jamás habíamos visto tanta agua caer al mismo tiempo. Con los zapatos y la ropa empapada nos metimos en el pasillito del baño del callejón del pis.
Junto con otro japonés con paraguas, contemplamos el mar caer durante mucho tiempo. Los izakayas del callejón iban cerrando sus puertas, nadie iba a presentarse con esa lluvia.
¿Habíamos dicho ya que había un tifón durante este fin de semana?
Cuando amainó un pelín para que esto se considerase tormenta, pensamos en la idea de correr de tejadito en tejadito. El camarero de un izakaya que nos había estado observando, y estaba ya cerrando y yendo a casa nos ofreció un paraguas con gestos. No me ví a mi misma, pero creo que pocas veces debo haber tenido tal cara de felicidad. Con nuestro recién adquirido tesoro, nos aventuramos a volver a casa tan rápido como pudimos.
Llegamos empapados, pero llegamos. Nos secamos el pelo y escurrimos la ropa y la tendimos. Mañana sería otro día.
Caímos rendidos pensando en el chico del paraguas, los sabores de la comida y las calles de colores. Esto fue lo mejor de ese día.