El sábado empezamos nuestro viaje hacia Vietnam.
Tras haber dormido 3 horas llegamos al aeropuerto de Madison para tomar nuestro primer vuelo hasta Dallas.
Alberto durmió las dos horas de vuelo como un bebé.
Al llegar a Dallas, cogimos nuestra siguiente conexión, un maravilloso vuelo de 16 horas hacia Hong Kong, tristemente operado por American Airlines. Los asientos eran tan estrechos que a Alberto no le cabía la espalda, del sitio para las piernas no hablamos. Por primera vez Ana fue incapaz de acabarse la comida del avión (incluido el postre).
Como punto positivo tenían una gran selección de películas.
Los vuelos a España nos parecerán maravillosos después de esta experiencia.
Una vez en Hong Kong, nos dispusimos a sacar nuestro última tarjeta de embarque.
El aeropuerto de Hong Kong es muy bonito y tan caótico como bonito. Al aterrizar ves un mar plagado de portaaviones a un lado y montañas gigantescas que dominan el cielo al otro. Al bajarnos del avión nos guiamos por los carteles que indicaban «Transfer Gates» (puertas de transferencia). Allí nos atendió un empleado de Cathay Pacific, la compañía que operaba nuestro último vuelo. Con un inglés perfecto nos imprimió los pasajes y nos indicó que tomáramos el ascensor y luego el tren para bajarnos en la primera parada.
Sabíamos que nuestra puerta de embarque era la 502, pero ni en el ascensor ni en el andén se mencionaban las puertas de embarque. Decidimos tener fe ciega en el empleado y subimos al tren.
Al salir, llegamos a una sala desde la que veíamos tres niveles de escaleras mecánicas. Queríamos coger alguna escalera al segundo nivel, donde había carteles que apuntaban a nuestra puerta de embarque, pero ninguna escalera de nuestro piso llevaba allí. Así que bajamos al tercer piso. No sabíamos por donde ir, sólo había tiendas, un montón de cámaras térmicas y personal de sanidad (como si hubiera alguna enfermedad rara que estuvieran intentando controlar). Tras dar un par de vueltas, encontramos otro cartel que decía puertas de transferencia. Al otro lado de una puerta escondida, había un control de seguridad, sin apenas gente. Pasamos el control de mínima seguridad y seguimos los carteles a nuestra puerta que (ahora sí) nos llevaron al segundo piso.
Una vez allí descubrimos que había que coger un bus para llegar donde estaba nuestra puerta. El autobús nos llevo por la pista hasta un pequeño edificio, con baños, zona gratis de Internet, cafetería, otro par de tiendas y sala de agua (con dispositivos de agua fría y caliente).
La verdad es que el aeropuerto es muy limpio y moderno, y todos los empleados son muy educados y limpios, todo parece «perfecto» excepto por la falta de indicaciones en algunos sitios.
El vuelo con Cathay fue ideal. Era un vuelo de dos horas y aún así nos dieron una cena muy rica, dormimos el resto del tiempo.
Finalmente llegamos al aeropuerto de Hanoi, donde se suponía que nos iba a recoger alguien de nuestro hotel. Una hora más tarde, tras varias llamadas y e-mails, nos recogieron los del hotel. Un poco desastre.
Eran solo las ocho y media, aunque ya noche era cerrada. Por suerte, un mar de motos iluminaba las calles. Ciclomotores con tres y cuatro pasajeros son comunes por aquí. Parece ser que la moto es un medio de transporte familiar.
Las reglas de tráfico no existen, hay semáforos que a veces se respetan y otras no. Hay lineas que delimitan los carriles y no se respetan nunca. En zonas de dos carriles van tres coches y una moto o varias motos y dos coches, etc. Los arcenes se consideran parte de los carriles también.
Por lo visto una de las actividades de ocio del lugar es pararse en el puente Nhât Tân a charlar o ligar en la casi inexistente acera.
Tras 45 min llegamos a nuestro hotel sin presenciar ningún accidente, sorprendentemente. Tres dependientas nos recibieron con mucha amabilidad, un zumo de fruta de la pasión, un plato de sandía, y muchos perdones.
Una vez en nuestra pequeñita pero cómoda y limpísima habitación nos duchamos para quitarnos parte del cansancio del viaje y nos echamos a seguir durmiendo, ya que teníamos la oportunidad de hacerlo con las patas estiradas.
Qué bien, empezamos un nuevo viaje. Hablo como si yo también lo hiciera, porque con vuestros relatos lo vivo casi igual que vosotros.
Ya tengo ganas de veros!!!!FELIZ VIAJE