Nos despertamos como siempre, pero con una misión nueva: lavar la ropa. No nos quedaba ropa para mañana, pero por suerte, vimos en Internet un sitio en el que costaba menos de un euro por kilo lavar la ropa y te la devolvían el mismo día limpia, seca y doblada.
Mientras Alberto se dirigía al lugar de la reunión matutina, Ana se dispuso a encontrar esa lavandería. Los dueños eran muy amables. No hablaban mucho inglés, pero el suficiente como para comunicar el precio final y que la ropa estaría lista entre las 4 y las 7 de la tarde.
Una vez cumplida la misión del día, y tras haber desayunado, nos dirigimos hacia el noroeste. La idea es encontrar un café a medio camino entre el mausoleo de Hồ Chí Minh y el lugar de la reunión matutina, para que Alberto pueda trabajar y luego podamos dar una vuelta por ahí para ver cosas a la hora de comer.
Por el camino vimos un estudio de animación vietnamita y mogollón de tiendas de mooncakes. Los mooncakes, o pasteles lunares, son unos dulces chinos que tradicionalmente se comen durante el Festival de mediados de otoño. Durante este festival se celebra el año lunar en familia y se admira a la luna. Los mooncakes se ofrecen a familiares y amigos durante el festival.
Este festival ocurrió el pasado fin de semana, con lo cual es normal ver multitud de tiendas de mooncakes todavía. Los vietnamitas, y en especial el norte de Vietnam (donde está Hanoi), adoptan y celebran muchas tradiciones procedentes de China, puesto que fueron parte de China durante algún tiempo.
Tras andar 20 minutos, encontramos un pequeño café, que no está mal, aunque al sentarnos descubrimos que las mesas son muy bajitas.
Una hora más tarde, decidimos hacer un descanso para ver la ciudadela y la pagoda Chùa Trấn que están en la zona. Misteriosamente, todo parece estar cerrado. Unos españoles turisteando alrededor de la pagoda nos informan de que algunos lugares cierran entre las doce y las dos. Todo cierra a partir de las cuatro y media o cinco así que si le añadimos esas dos horas no hay mucho tiempo para ver cosas. Nos conformamos con ver las cosas desde fuera. Ellos se lo pierden.
La pagoda está en una especie de istmo en el que vemos cosas curiosas: reptiles, gente jugando al badminton con los pies, gente jugando a una especie de damas chinas, un lago con cisnes para alquilar, peces muertos que ningún otro pez se intenta comer, etc.
Al comienzo del istmo, encontramos una cafetería de Highlands Coffee, muy popular en la zona, y apuntamos un ventilador hacia nuestra mesa. Compartimos un Bahn Mi de pollo al curry para comer y Alberto sigue trabajando desde aquí. No necesitamos comer más, puesto que esta tarde tenemos reservado un tour de comida a las siete.
Una vez Alberto considera que todo lo que había que hacer hoy está hecho, nos dirigimos hacia el mausoleo. Por el camino, encontramos el templo de Quán Thánh, está al doblar la esquina del Highlands coffee.
Todos los días, Ana ha estado llevando un fular en la mochila, porque para entrar en templos en teoría hay que llevar pantalón largo y los hombros cubiertos. En los templos anteriores, nadie cumplía la norma, así que hoy Ana dejó el fular en el hotel. Hoy de verdad requieren los hombros cubiertos, pero no los pantalones largos. Alberto tiene la parte de abajo de sus pantalones en la mochila, así que conseguimos entrar.
El Quán Thánh es un templo taoísta diminuto pero carismático, con un pequeño patio guardado por estatuas de elefantitos. En el patio hay varios estudiantes de lo que suponemos es bachiller, pintando con tinta china (parece que hacen los deberes). El peor de todos, pinta mucho mejor que la media española.
Lo más curioso del templo es que por primera vez se trata de algo construido antes del año 2000. Este templo fue construido durante la dinastía Ly entre 1010 y 1028, y honra a Huyền Thiên Trấn Vũ, el dios taoísta que administraba el norte. Al parecer este templo junto a otros tres estaba destinado a proteger la ciudad. Este se encuentra al norte, como habréis deducido, los otros tres se encuentran en sus respectivos puntos cardinales con respecto a la antigua ciudad de Thang Long, el antiguo Hanoi.
Este templo ha sido restaurado múltiples veces desde el siglo XVII, teniendo lugar la última restauración en el siglo XIX. En el edificio central tiene una estatua de bronce en honor al dios del norte que mide 4 metros de largo y pesa 4 toneladas.
De camino al mausoleo, vemos algunos edificios gubernamentales, así como el parlamento del partido comunista.
Para entrar al mausoleo hay que hacer cola y pasar un control de seguridad, donde el agua no está permitida. La entrada es gratuita y también hay que cubrirse los hombros. Es una visita rápida, los guardias de la zona son bastante estrictos y se aseguran de que la gente se mueve rápido y no cruza las líneas que delimitan el camino.
A nosotros no nos gustó mucho visitar el mausoleo, ya que no nos pareció gran cosa. Hay que decir que lo visitamos por la tarde. Por las mañanas la zona en la que descansa Hồ Chí Minh abre durante dos horas y se puede ver su cadáver embalsamado, pero por lo visto hay una cola bestial desde varias horas antes de la apertura.
Hồ Chí Minh fue el primer presidente de la república democrática de Vietnam desde 1951 hasta su muerte en 1969. Fue un gran líder revolucionario de la época y los ciudadanos lo adoran. Ho leyó la declaración de independencia el dos de septiembre de 1951 dónde hoy está construido su mausoleo. Como ya sabéis, Vietnam es un país comunista, con un sólo partido, el partido comunista, pero los ciudadanos tienen cierto derecho al voto. El presidente lo elige la asamblea nacional, los ciudadanos únicamente tienen derecho a votar al líder de su municipio o provincia.
Tras visitar el mausoleo decidimos ir a la tienda-casa taller de Chula ya que habíamos quedado con la dueña, Laura, amiga del tío de Alberto. Chula es una marca de ropa creada por dos españoles, Laura y Diego, en 2004. Hace 15 años, los recién casados llegaron a Hanoi y se enamoraron de la ciudad. Casi de inmediato, decidieron emprender una nueva aventura y crear Chula. Sus hijos han nacido y crecido en Hanoi, al igual que su ropa, para ellos su vida y su futuro está en con la gente, la cultura y el colorido de Vietnam.
Nos llevó una eternidad encontrar un Grab, pero llegamos a la tienda-casa taller de Chula, donde Laura y Diego nos recibieron con los brazos abiertos. Nos hicieron un tour por la tienda y la historia de Chula, y nos invitaron a un delicioso té de lemongrass y raíz de regaliz. Como curiosidad, en una de las salas de la tienda tienen un altar que pertenece a la familia que les alquila el local, dicha familia reza allí regularmente y celebra ceremonias y fiestas religiosas en días puntuales en los que celebran y recuerdan a sus ancestros. Otra cosa a destacar es que muchos de los empleados de Chula son sordomudos, y en la tienda se comunican mayoritariamente con lenguaje de signos.
Laura y Diego nos tienen que pasar una foto que nos hicimos con ellos, así que os la imagináis de momento.
La visita fue breve, puesto que todos teníamos cosas que hacer a eso de las seis y media. A las seis, cogimos un Grab de vuelta a nuestro hotel, pues teníamos que recoger la ropa de la lavandería, sacar dinero del cajero para pagar el tour e ir al tour de comida, que estaba programado para las siete.
El trayecto, que iba a ser de 20 minutos, terminó siendo de 50, ya que el tráfico estaba imposible porque el viernes se celebra el Tết Trung Thu (del que hablaremos con más detalle en el siguiente post).
Llegamos tan solo con 15 min de margen para encontrar un cajero, sacar dinero, recoger la ropa de la lavandería, llevar la ropa al hotel y estar en la agencia del tour de comida a tiempo.
Nos dividimos las tareas y conseguimos llegar a la agencia del tour de comida sudorosos y sin aliento. Habíamos contratado un tour privado, lo que quiere decir que sólo seríamos nosotros y la guía. Nuestra guía, Mango, nos enseñaría los mejores restaurantes y comidas del lugar. Al principio no teníamos mucha esperanza, puesto que no habíamos encontrado nada que de verdad nos gustase mucho excepto el Bún Chả, pero todo lo que probamos nos encantó. No vamos a decir los locales a los que fuimos, porqué de verdad os recomendamos el tour, que es menos de 30$ por persona y es mogollón de comida, así que sólo describiremos cada plato para haceros la boca agua y que cojáis el tour si venís a Hanoi.
Mango es un encanto y habla inglés bastante bien. Nos contó muchísimas cosas, no sólo sobre la comida, sino también sobre cultura tradiciones en Vietnam. Si tenéis la oportunidad de hacer el tour con Mango no dejéis de preguntarle cosas.
La primera parada fue en nuestro sitio favorito, Bún Chả Ta. A Mango le supo mal que hubiéramos ido ya a este sitio, pero a nosotros nos encanto ir con ella. Aprendimos que habíamos estado comiendo Bún Chả mal. Para empezar, en todos los platos en los que te ofrecen palillos y cuchara, en Vietnam se usan los dos. Para el Bún Chả, en la cuchara se pone un poco del contenido del bol y con los palillos se pone un poco del resto de cosas encima de la cuchara (fideos, una hierba de cada tipo y un trocito de cerdo) y luego lo comes de la cuchara. Parece una tontería, pero así estaba todo más fresco y más herbal. Muy rico. No comimos rollitos con el Bún Chả, ya que esto era el primer plato de tantos.
Luego fumos a probar el típico cà phê trứng o egg coffee, lo que viene a ser café al huevo, pero como no somos fans del café pedimos la versión de chocolate, cacao trứng. Como ya hemos mencionado, Vietnam fue una colonia francesa durante más de 60 años, los franceses introdujeron el café, la leche y el trigo en Vietnam. La leche tenía que ser importada, ya que las vacas lecheras no soportan el clima de la zona. Al ser el café fuerte, como lo es en España, el método más económico de disfrutarlo era con huevo, la segunda opción más económica es la leche condensada.
Para hacer el café al huevo, lo que hacen es descartar las claras de un huevo y montar la yema hasta que queda esponjosa, luego le añaden un poco de azúcar o miel o leche condensada y dos cucharadas de café (ya en su forma líquida). Una taza de café de las de España te da para 3 o cuatro cafés de estos. Nosotros probamos la versión de cacao, y estaba muy rico, recuerda bastante a las natillas pero más espumoso.
Por lo visto, el gobierno ha intentado traer vacas lecheras a Vietnam, pero mueren. Recientemente se ha conseguido que algunas sobrevivan en una especie de invernadero para vacas donde las tienen contentas con aire acondicionado. Pero no deben de estar muy contentas, porque apenas dan leche y es bastante mala. Se usa para yogur y poco más. Este es uno de los motivos por los que no veréis queso en Vietnam y en la mayoría de lugares los batidos y compañía los hacen con leche condensada y leche en polvo importadas.
De acompañamiento nos sirvieron medio Bánh mì, el bocata del lugar como comentamos ayer. Muy rico también.
Nuestra siguiente parada fue en un sitio para probar la típica ensalada de papaya, nộm bò, de la zona, que ya habíamos probado en otros lugares como acompañamiento y nos nos dijo nada. Ésta en particular estaba riquísima, creo que nunca he disfrutado tanto de comer verdura como en Vietnam. Mango nos enseñó que hay que darle la vuelta al contenido del plato completamente antes de comerla para que todos los ingredientes (papaya verde, zanahoria, cerdo seco, cerdo tierno y cacahuetes) se empapen bien en el aliño.
De ahí nos fuimos a probar crepes al vapor enroscadas, bánh cuốn. En este pequeño establecimiento familiar, la técnica para hacer crepes se pasa de generación en generación. Dicen que se tarda dos años en dominar la técnica, pues estas crepes especiales se hacen cocinando masa de arroz sobre una tela de seda por la que suben los vapores de agua hirviendo.
Después fuimos a la Notre Dame de Hanoi, la catedral de San José (Nhà thờ Chính tòa Thánh Giuse) es la iglesia más antigua de Hanoi, con una arquitectura que intenta recordar a la Notre Dame original.
Tras dejar la catedral, nos dirigimos a nuestro siguiente restaurante, pero pasamos por una pagoda primero. En Vietnam, la diferencia entre una pagoda y un templo es el destinatario de tus oraciones. Las pagodas en Vietnam están dedicadas a Buda o a alguna de sus encarnaciones, mientras que los templos por lo general están dedicados a los ancestros (personajes relevantes de la antigüedad o familiares, si se trata de un templo casero).
En esta pagoda en particular vimos muchísimas fotos de gente. Al parecer, añaden fotos de los difuntos en las paredes cercanas al altar para que se beneficien de las plegarias a Buda y puedan alcanzar el nirvana incluso después de muertos. Básicamente, la idea es que, de oir a la gente rezar, se vuelven mejores personas.
Por el camino, Mango nos explicó por qué las casas eran tan estrechas en Hanoi. Por lo visto, los hijos varones heredan la propiedad de sus padres, y la reparten en partes iguales. Normalmente se hace por pisos, pero en esta calle hay una casa en la que los hermanos no se llevaban bien e hicieron el reparto a lo largo. Cada casa tiene de ancho lo que ocupa el portal, menos de un metro. Eso sí, tienen 4 pisos de altura.
En nuestro siguiente restaurante disfrutamos de fritanga de la buena. Comimos lo siguiente:
- Banh rán mặn – Una especie de donut frito con gambas.
- Nem chua – Cerdo fermentado empanado.
- Bánh gối – Una empanadilla de verduras.
Todo estaba súper rico y no era nada aceitoso. Había mogollón de familias con niños comiendo allí. Como curiosidad el dueño, ya mayor, luce una foto de él de joven sin camiseta dentro de la casa.
Después de esto, ya estábamos bastante llenos, pero aun quedaban algunos sitios. Anduvimos un poco hasta llegar a un local donde servían unos fideos muy finos con champiñones oreja (o como se llamen en castellano) y unos rollitos vietnamitas. Allí nos cruzamos con Carl y Shey que estaban haciendo el tour de comida también con su propia guía de la misma agencia que Mango.
Estaba todo muy rico, pero nosotros estábamos ya muy llenos. Mango nos animó a tomar lo que ellos llaman Happy water, agua feliz. Es una bebida fermentada de arroz. Según Mango ayuda a hacer la digestion y lo llaman happy rice porque pone contentos a los hombres que luego ponen contentas a las mujeres. Sabía a Jägermeister pero peor.
Mango nos contó que, como habíamos podido comprobar, pese a que Vietnam es el segundo exportador de arroz del mundo, en ningún restaurante había arroz propiamente dicho. Hay fideos de varios tipos de arroz, crepes de arroz, rollitos de arroz, bollitos de arroz, pero no hay casi arroz. Esto se debe a que el arroz es muy fácil de preparar y ellos lo hacen en casa. Si van a comer fuera quieren comer cosas más laboriosas, por eso los restaurantes callejeros no sirven arroz. En el siguiente restaurante probamos arroz frito con diversas verduritas, cơm rang. Mango nos contó que este restaurante también da clases de cocina, por eso sirven arroz. Según nos contó, en Vietnam la gente no se promete para casarse con anillos o abalorios. La manera de prometerse es preguntándole a la novia si quiere conocer a los padres del novio (la pregunta la tiene que hacer él). Si la chica dice que no, el novio espera un tiempo y puede preguntar otras dos veces. Si ella se niega otras tantas, dejan de salir juntos. Normalmente los novios suelen tardar un año o dos en preguntar por primera vez.
Una vez la chica acepta, se organiza una reunión con los padres de él, en la que la novia tiene que cocinar para ellos. Si la novia cocina mal, se la manda a clases de cocina y se pueden hacer hasta otros dos intentos. Si falla todos, le dan el pase pero le dicen que siga practicando y se pasa a la siguiente fase.
La prueba siguiente es para el novio. Ésta sí que se puede suspender. El novio va a visitar a los padres de la novia, que le emborrachan y le hacen todo tipo de preguntas una vez está bien borracho. Si dice algo inapropiado o algo que disguste a los padres, los novios no se pueden casar. Si todo va bien, la boda sucede pronto.
La boda consiste en una serie de fiestas en la casa de los padres, donde se invitan a todos los familiares, vecinos y quien sea que pase por la calle. Pueden durar varios días, pero cada día la fiesta no dura más de dos o tres horas, ya que la gente tiene que irse a su casa a hacer pis y después de tanta cerveza no aguantan más de ese tiempo.
El arroz de este sitio también estaban muy rico, pero no es una cosa que fuéramos a tomar muy a menudo de tener la oportunidad.
Con las tripas llenas y pensando en cuando se acabaría el tour, porque no nos cabía mucho más, llegamos cerca de nuestro hotel, que está a 100 metros de la agencia del tour. Y Mango nos informa muy triste que esta será la última comida del tour: helado de coco con arroz pegajoso, chè. El arroz pegajoso es un arroz glutinoso que hace que los granos se pegan mucho entre ellos, como si tuvieran caramelo denso. En Hanoi es común encontrar este arroz en postres y suele ser de color verde. El helado de coco está muy rico, y, como podéis adivinar, está hecho con leche de coco, porque es más económico que hacerlo con leche de verdad.
Está muy rico, lo recomendamos a unos compañeros de trabajo de Alberto que juran y perjuran que es lo más rico que han probado en sus vidas.
Mango nos despidió con una sonrisa y muchas gracias y nos dio algunas recomendaciones más para Hanoi y Hoi An por facebook. Después de tres horas comiendo, nos fuimos al hotel a darnos una ducha bien merecida. Ana se fue a dormir tal cual y Alberto fue a socializar con unos compañeros de trabajo que estaban probando Bia hơi a la vuelta de la esquina. La Bia hơi es la cerveza típica del norte de Vietnam, te la dan con hielo y cuando ven que se te acaba, te la van aguando más. No es una cerveza puramente de trigo, puesto que el trigo es caro. Parte de la composición proviene del arroz, pero no sabemos qué porcentaje. Se fabrica en el día y se deja reposar por un corto período de tiempo. Los bares se ponen a tope sobre todo en esta zona. A ellos les encanta, a Alberto, no tanto.
Al pasear por las calles de hanoi, es normal encontrarlas plagadas de banquetitas y mesitas bajas donde la gente bebe y come. Sorprendentemente, es ilegal. Si se acerca la policía, lo recogen todo a velocidad Top Manta y lo esconden en el local, para sacarlo inmediatamente cuando los agentes giran la esquina. Evidentemente, la policía sabe lo que hay, pero habrán llegado a algún tipo de acuerdo. Nótese que aquí, las multas se las queda el propio agente, así que depende de él decidir si ponerla o no. Por lo visto, antes de las horas de comer caen más multas, porque los policías tienen que recolectar para la comida.