La bahía de Ha Long

Hoy nos levantamos super pronto, ¡toca crucero! Pasaremos el día embarcados haciendo varias actividades en la bahía de Ha Long.

En Hanoi había varias opciones para hacer excursiones de un día a la Bahía de Ha Long, las más baratas que vimos costaban alrededor de 24 doláres, pero no sabemos muy bien lo que incluían. Antes de ver esto, nosotros nos habíamos apuntado con un pequeño grupo de Expensify para hacer la excursión, éramos 5 en total. La excursión que reservaron incluía la comida, el transporte y todas las actividades. Pagamos 95 dólares por cabeza, 75 de los cuales eran cortesía de Expensify por ser nuestra excursión considerada evento social. Nuestros tres compañeros eran Sofie, originalmente de Holanda, aunque ella se consideraba Australiana, Jason de Australia, y Rachel de Nueva Zelanda.

Cogimos el autobús a eso de las siete y media y todos dormimos más o menos en el minibus de lujo hasta las nueve, cuando tuvimos que hacer la parada de carretera de costumbre. Está vez el conductor paró en una fábrica de perlas-bar de carretera, una sede de la granja de perlas de Ha Long.

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Vista desde el bus

Al entrar en el establecimiento, una empleada nos recibió explicándonos todo sobre la producción de perlas. En este lugar tenían tres tipos de perlas, dependiendo de de la raza de ostra. Nos explicaron el proceso de fabricación que ellos seguían.

Cortan un trozo de membrana de una ostra y, junto a un núcleo de nácar, lo meten en otra ostra, la ostra que va a generar la perla. Esto se hace tras haber añadido unas gotitas de líquido a la membrana. El líquido es una especie de solución que va a iniciar una reacción defensiva por parte de la ostra que recibe la membrana. Las ostras crean perlas para defenderse de cuerpos extraños, la idea es atrapar la amenaza aislándola en el nácar. Ahora bien, esta reacción solo se da para defenderse de cuerpos extraños vivos. Es decir, si entra un pequeño grano de arena, la ostra no va a empezar a formar una perla alrededor de este, sólo lo hará si lo considera una amenaza.

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De izq a dcha: liquido rojo, membranas, ostras semi-abiertas listas para recibir las membranas y el núcleo de nácar, ostras cerradas (listas para formar perlas).

No compramos nada de joyería, aunque Sofie y Rachel sí se compraron perlas.

Media horita más tarde, cogimos el bus para recorrer unos últimos kilómetros. A las diez estábamos ya todos esperando a entrar en el crucero y hacía calor. Cuando fuimos a ponernos crema nos dimos cuenta de que nos la habíamos dejado en el hotel. Preguntamos si se podía comprar crema y nos dijeron que fuéramos al edificio de enfrente. Al ir a comprar, nos dimos cuenta de que habíamos perdido la cartera. Sí, la cartera que tenía todo nuestro dinero y tarjetas.

Al bajar a la fábrica de perlas Alberto se la había metido a Ana en el bolsillo del pantalón, que no era un bolsillo muy profundo. Como no la habíamos usado, supusimos que se cayó al sentarnos en el autobús. Preguntamos si podían llamar de vuelta al conductor, y media hora agonizante más tarde, éste volvió a regañadientes, diciendo que había buscado y no había visto nada. La encontramos en el asiento de Ana, estaba en un hueco entre asientos.

Unos minutos más tarde abordábamos el barco sin crema pero con cartera. La crema valía unos 60 dólares por 100 ml, no íbamos a pagar tanto. Pero Rachel nos dejó usar la suya.

Nos recibieron con una limonada de bienvenida. La limonada que hacen en Vietnam está super rica, la tienen por todos lados con trocitos de lima flotantes, porque aquí los limones apenas existen. Luego nos explicaron el recorrido y las actividades del día.

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Ojos cerrados como siempre

El barco era de lujo, súper fresquito y nos trataban muy bien. Primero navegaríamos hacia el sur hasta un pueblo flotante de pescadores y luego nos pasearíamos en barquita por la zona. Después de esto, navegaríamos un poco más al sur y nos darían de comer. Tras comer, pararíamos para nadar e ir en kayak. Luego de esto, nos dirigiríamos de vuelta hacia el norte por otra ruta, y participaríamos en una clase de cocina en la terraza del barco. Una hora antes de llegar a puerto haríamos una fiesta.

Todo fue según lo previsto:

Vimos la aldea flotante, y nos contaron que no tiene niños. Todos los niños que nacen allí se los lleva el gobierno a tierra para que vayan a la escuela. Cuando acaban con la educación pública, los devuelven a la aldea.

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Aldea flotante

Paseamos en barca, por debajo de cuevas y por el mar. Alberto intentó remar infructuosamente.

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Barqueros viniendo a por nosotros

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Túnel-cueva entre montañas

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Barquero pecando agua de las rocas
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El grupo
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Alberto listo para remar
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Alberto fallando

Comimos comida muy rica pero muy diminuta para los estándares de Ana:

Por la tarde, Ana hizo kayak y Alberto nadó cual sirena. El paisaje es espectacular y, descontando a los demás tripulantes de nuestro barco, no había casi turistas. Por lo que hemos oído de otra gente, otros tours te llevan a sitios más concurridos.

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Después de esto, descansamos un rato dentro del barco. Estaban echando la nueva de King Kong en el «cine» del barco. Como ya dijimos ayer, esta es la peli preferida de los locales.

Un rato más tarde, participamos en la clase de cocina de rollitos vietnamitas. Alberto hizo un rollito muy mono, Ana hizo un rollito monstruo. Los rollitos se incluirían entre los aperitivos de la fiesta del barco.

Disfrutamos de la fiesta y de unos cócteles mientras llegábamos de vuelta al puerto.

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Cocteleando
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Comida para la fiesta

Al llegar al puerto, nuestro mini autobús nos recibió de nuevo para llevarnos de vuelta a Hanoi. Nos dormimos casi todo el trayecto, por suerte esta vez no hubo parada de ningún tipo.

Al llegar, dejamos los trastos en el hotel, y nos dispusimos a andar por ahí en busca de algo de comer. Fracasamos buscando unos restaurantes que queríamos probar, así que volvimos al hotel. Por el camino Ana se tomo un bollo panda y un yogur con chocolate.

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¡Bollo panda!

Como teníamos que pagar el hotel, ya que era nuestro último día en Hanoi, fumos en  busca de un cajero. Creo que no lo hemos explicado antes, pero aquí te cobran un 3% casi siempre que quieres usar la tarjeta, incluso para pagar el hotel, por eso es mejor pagar en efectivo. Sin embargo, la mayoría de los cajeros solo te deja sacar dos millones de dong de una tacada, esto vienen a ser 78 euros. Así que para pagar cosas caras tienes que sacar dinero varias veces. Ahora bien, los cajeros también cobran comisión, que varía dependiendo del cajero. Es toda una aventura encontrar la mejor opción.

Mientras nosotros nos peleábamos con los cajeros, Hanoi seguía con la fiesta de ayer.

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Véase que esto no es una calle peatonal, ni mucho menos

Tenemos un video de un grupo considerable de gente bailando la Macarena, pero por motivos técnicos no lo podemos subir.