Le toca sufrir a Ana

Algo malo debió haber en el tour de comida (super caro) de Hoi An, porque a eso de las 4 de la mañana, Ana se vio obligada a hacer una visita al señor roca… y luego otra, y luego otra…
Por la mañana, seguía muriendo en la cama, entre dolor de cabeza y de estómago, y cualquier cosa que tomase, incluyendo líquidos, duraba poco en su sitio. Por suerte, ya teníamos la lección aprendida de la India y, en cuanto fue capaz de aguantar agua en el estómago un ratito, se tomó el antibiótico estomacal de inmediato.

Alberto, por su parte, estuvo con ella hasta las 10, momento en el que tuvo que abandonar el hotel para ir a la reunión matutina un ratito, pero volvió para cuidarla enseguida.

A las pocas horas, ya tomaba líquidos sin mucho problema y, a lo largo del día, fue capaz de comerse dos plátanos enteros. La magia de la medicina moderna… ¿o tal vez no? Hay otro sospechoso para su rápida curación.

Sobre las tres, salimos los dos del hotel camino a la tienda de Su. Teníamos que probarnos los trajes y demás vestimentas para hacer los últimos ajustes.

Nos reciben con los ya tradicionales botellines de agua y, tras los cambios del día anterior, todo nos queda perfecto. No queda ya nada que hacer más que rematarlo todo. Podemos venir a recoger las cosas acabadas mañana.

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Al ver la mala cara de Ana, la costurera se preocupa y decide solucionarnos el problema. Saca una botellita del tamaño de laca de uñas que contiene un líquido mentolado y, con ayuda de una cuchara, lo extiende por la nuca y las costillas de Ana. El uso que le da a la cuchara es… bastante brusco, digamos, y Ana acaba arañada y enrojecida. Nos asegura que es normal y que para mañana estarán ya curados todos los males.

Recogimos, además, un bolsito y zapatos de cuero que Ana dejó encargados en una zapatería cercana. El bolsito podría haber quedado mejor, pero Ana estaba muy cansada para pelearse (y no dijo nada a Alberto).

Como Ana se ha pasado el día en el hotel y está cansada de tanto cuarto, vamos a una pequeña tienda de zumos cercana para que Alberto termine de trabajar. Alberto se pide un smoothie de fresa bastante bueno y Ana empieza a trabajar en su primer plátano del día.

Liquidado el trabajo, volvemos al hotel a dejar a Ana reposar. El esfuerzo de los plátanos ha sido intenso. Alberto, que tampoco ha comido mucho durante el día, deja a Ana en el hotel para ir a cenar con los del trabajo a un restaurante japonés. El sushi estaba muy normalito, pero el plan fue divertido y la gente le dio bastante al sake. Al poco de acabar la cena, Alberto se volvió al hotel a dormir y cuidar de Ana, que mejoraba por momentos. Gracias al templo del hotel Alberto fue capaz de encontrar el hotel correcto.

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Disco templo