Hoy tenemos planeada una excursión a las ruinas de Mỹ Sơn y luego nos despediremos de Hội An.
Sin prisa, pero sin pausa, preparamos el equipaje (confirmado: no hay sitio para los trajes en las maletas), desayunamos en el hotel y hacemos el check-out, para tenerlo ya liquidado. Las maletas las dejamos en recepción, al cuidado de los dueños.
El hotel donde nos recogen está a dos manzanas del nuestro, así que no tardamos nada. Al poco rato está ya el grupito junto y nos subimos en la furgoneta (limusina, lo llaman ellos), rumbo a las ruinas de Mỹ Sơn. Por el camino, el guía nos cuenta un poco sobre la historia del Vietnam. Los vietnamitas de ahora no son los habitantes originales de la región, sino que vinieron de China, con sus costumbres y su religión, que no tardaron en chocar con las de los autóctonos.
Los habitantes originales de varias zonas del centro y sur de Vietnam, ésta incluida, son Conocidos como champa. Se instalaron en la zona allá por el siglo II, y fueron anexionados a Vietnam en el XIX. Poco después, los vietnamitas decidieron que sus culturas eran incompatibles y, básicamente, los echaron de sus tierras. Hoy en día solo quedan unos cuantos millares de champa, recluidos en pequeñas reservas.
Tras un buen paseo viendo pueblecillos, campos de arroz, búfalos de agua (muy difíciles de lazar cuando están buceando, según dicen), algún que otro templo de dudosa antigüedad y varias iglesias (recordemos que esto fue colonia francesa durante bastante tiempo), llegamos a Mỹ Sơn. Nos dejan a la entrada, pero para llegar a las ruinas propiamente dichas tenemos que cruzar un puente de troncos auténticamente falsos y subirnos a un supercarrito de golf en el que recorremos el último par de km. El sol pega que da gusto, si eres un cactus.
Por el camino, el guía, muy simpático, nos sigue contando tanto la historia del lugar como la suya propia.
Los champa eran hinduistas y construyeron Mỹ Sơn entre los siglos IV y XIV. Cada rey iba ampliando el lugar con su propio templo (cada cual más alto que el anterior) y sus edificios complementarios: los arcos de entrada (que están separados del propio templo) y la sala de meditación. Todos los templos hinduistas de la época siguen la misma estructura, como se puede ver, por ejemplo, en Ankor Wat (Cambodia).
La estructura más interesante y de la que más se sabe es el conjunto Linga-Yoni. Se usaba cotidianamente para moler y extraer líquido, por ejemplo para hacer leche de soja. Pero también se usaba en un contexto religioso para obtener ayuda de los dioses para procrear. De estas estructuras sagradas hay muchos restos, pero ninguno original completo en el sitio.
El Yoni es la parte inferior de la estructura y simboliza a Shakti y la feminidad. El Linga, la parte superior de la estructura (que encaja dentro del Yoni), simboliza a Shiva y la masculinidad. Juntos, se cree que ayudan a la fertilidad.
Esta estructura se solía encontrar en el interior de los templos. Los templos estaban consagrados a un rey pasado. Al morir el rey, su sucesor construía un templo en su honor con su respectivo arco de entrada y meditación, todos con las puertas de entrada orientadas al este.
Cuando las parejas no podían concebir seguían el siguiente procedimiento:
- Iban a meditar en la sala de meditación.
- Una vez, preparados mentalmente cruzaban el arco para dar entrada al templo.
- Luego entraban en el propio templo y pedían ayuda al rey y a los dioses para mejorar su fertilidad, depositando agua de la lluvia o leche de vaca en el linga sagrado, girándolo y bebiendo
El complejo de Mỹ Sơn fue saqueado por los Franceses durante la colonización de Vietnam. Los franceses se llevaron las cabezas de todas las estatuas, la mayor parte de las cuales siguen en el Louvre. Vietnam ha intentado recuperarlas, pero Francia argumenta que no tienen ninguna potestad sobre ellas, puesto que son champa, no vietnamitas. A los pocos champas que quedan les da igual quién tenga las cabezas. Total, a ellos no se las van a dar, así que ahí siguen, en Francia.
Décadas más tarde, durante la guerra de Vietnam, Mỹ Sơn fue bombardeado, específicamente por Nixon, según nuestro guía, que le echaba las culpas siempre a nivel personal. Debido a esto, sólo queda un 8% del complejo original de Mỹ Sơn, y la mayor parte de este 8% está medio destruido y sin cabezas.
Hay una estatua descabezada de Shiva, sin embargo, que tiene una historia algo distinta. El rey que la construyó, le puso su cara, por aquello de ganarse respecto extra de la gente. El siguiente rey, muy ingenioso él, le cortó la cabeza a la estatua y le puso la suya y así sucesivamente.
En 1999, Mỹ Sơn fue reconocido por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, y se diseñó un plan de restauración con apoyo económico por parte de otros países como Italia y Japón. Tras esto, el gobierno vietnamita pactó, además, una alianza con la India para intentar reconstruir el sitio. Arqueólogos e historiadores indios viven y trabajan en el complejo para ayudar con la reconstrucción, dados sus amplios conocimientos sobre la religión hindú y el sánscrito. La reconstrucción está siendo más complicada de lo habitual, ya que en los alrededores del sitio aun hay minas (de las que explotan).
Como dato curioso, al iniciar la colaboración entre la India y Vietnam, el primer ministro indio les regaló una flor particular para simbolizar la alianza y el futuro del proyecto en común. Dicha flor no soportó el clima y murió en una semana. Los vietnamitas plantaron una nueva y le van mandando fotos al primer ministro, que en teoría no sabe que la flor palmó.
En el complejo en sí no hay mucho que ver, pero es bonito. Lo que encontrareis son algunos templos, sus adyacentes construcciones, los restos encontrados, que se almacenan en las salas de meditación, un espectáculo de danza y música que no entendemos muy bien, plantas que se cierran si las tocas, y un millar de mariposas. Lo favorito de Alberto fueron las plantas.
Como dato curioso, parece ser que los reyes Champa tenían de entre 300 a 700 concubinas, aldeanas que procedían de toda la región. Cada noche el monje que asistía al rey, le preparaba una bandeja con pequeñas piezas de madera boca abajo. En cada una había inscrito el nombre de una concubina. El rey elegía al azar un número de concubinas; normalmente, un número bajo. Era un honor tener un hijo real, y el estatus social de la madre de los príncipes y su familia ascendía notablemente, además, la primera concubina que diera un hijo al rey era nombrada reina. Por este motivo, muchas concubinas sobornaban al monje para que hubiera más tablillas con su nombre, cuanto mayor era el soborno, más posibilidades. El príncipe heredero no era necesariamente el primero, sino el mejor de los hijos del rey.
Otro tipo de edificio que se ve en el sitio es el templo de los monstruos. Este templo tiene talladas figuras de cocodrilos, monos, y tigres en sus paredes exteriores. La creencia popular era que así otros monstruos se mantendrían alejados.
Acabado el paseo, desandamos lo andado, descarritodegolfeamos lo carritodegolfeado y deslimusinamos lo limusinado para volver a Hoi An, siempre charlando con el guía.
El guía nos contó un poco su vida. Es un chico de 26 años de Sa Pa, un pueblo/pequeña ciudad de montaña algo al noreste de Hanoi que tenemos pensado visitar al final del viaje.
No está casado, lo que es raro a su edad, y visitó Sa Pa (su ciudad natal) hace poco para el festival de caza de mujeres (que se celebra sólo allí), que es exactamente a lo que suena. Las chicas solteras del pueblo corren, los chicos las cazan, las suben a su moto y se las llevan para casarse. En realidad, por regla general, las parejas ya se conocen y se gustan de antes, y el festival es un poco paripé y nació como excusa para evitar los matrimonios de conveniencia apalabrados por los padres, pero algunas chicas corren de verdad, y los chicos van al gimnasio para prepararse para el evento.
Se ve que el guía no cazó nada este año. Según él, su piel es muy oscura y a las chicas eso no les gusta, porque es de granjeros. Diríamos que lo cree de verdad, porque va con mangas y piernas largas (con el calor que hace), sombrero, y embadurnado de crema para protegerse del sol.
Tampoco parece tener mucha prisa por casarse. Es el único hijo varón de la familia y, una vez se case, le toca volverse a Sa Pa y heredar la granja, que le apetece bien poco.
De vuelta en Hoi An, sólo nos quedaban un par de horas antes de irnos que aprovechamos para dar una última vuelta por la ciudad, comprar algunos souvenirs y comer el famoso Bahn Mi de Bahn Mi Queen, uno de los dos locales que compiten por la corona de reyes del bocata de Hoi An y, probablemente, de Vietnam.
Como comentamos ya, el Bahn Mi es un bocadillo relleno de hierbas, verduras, paté y otras carnes. Los de Queen son, sin duda, superiores a los que probamos en Hanoi, pero siguen sin ser un bocata español.
Alimentados, ponemos rumbo al hotel donde los autobuses de Expensify se preparan para llevarnos al Intercontinental Resort de Danang, a poco más de una hora de Hoi An, donde pasaremos la próxima semana a expensas de Expensify en lo que se conoce como la Fancy Week, la semana de lujo.
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