Algo a tener muy en cuenta (y que nosotros no tuvimos) cuando se va a Rumanía es que los lunes cierran los monumentos.
La torre del reloj de Sighișoara quedó, por tanto, sin visitar. Dicen que las vistas son bonitas, ¡así que echadle un ojo si pasáis por allí!
La ruta en coche de hoy nos lleva a la ciudad de Sibiu, también en Transilvania, y ya en dirección sur, camino de vuelta a la capital.
Entre Sighișoara y Sibiu hay una parada obligatoria, dicen, en el pueblo de Biertan, donde se encuentra una de las iglesias fortificadas más bonitas y espectaculares, declarada patrimonio de la humanidad.
Totalmente cerrada porque es lunes. Eso sí, por fuera es preciosa. Tras una pequeña parada en el pueblo para descansar, nos volvemos a poner en marcha, esta vez sí, hacia Sibiu.
Conseguimos aparcar al lado de nuestro alojamiento, la residencia Poet Pastior, donde tenemos una cómoda habitación con cuna y unos radiadores que hacen que parezca el séptimo círculo de los infiernos. Los apagamos como bien podemos y salimos a conocer la ciudad.
Aunque se trata de una ciudad bastante más grande que Sighișoara, el casco histórico nos resultó mucho menos interesante y llamativo. Es posible que con un guía o algo similar se pueda aprovechar la ciudad más que nosotros.
Empezamos siguiendo los restos de la muralla, coronados por un par de preciosos torreones, aunque muy reconstruidos, para posteriormente adentrarnos de lleno en el centro de la ciudad, organizado alrededor de tres amplias plazas que vale la pena recorrer, fácilmente localizables siguiendo las cúpulas negras de las torres que las bordean, visibles desde muchos puntos de la ciudad.
Cerca de las plazas se encuentra una imponente y picuda catedral luterana que, por desgracia, está en reformas y solamente pudimos ver por fuera. La que sí pudimos ver con más detalle fue la espectacular catedral ortodoxas, cuyo interior está cubierto de frescos hasta el último palmo y fue, quizás, lo que más nos gustó de la ciudad. Aunque hay que estar en silencio, y hay varios carteles recordándolo, el pequeñajo no sabe leer y descubrió que había eco, así que tuvimos que hacer turnos para ver la iglesia.
Tras patearnos un poco el centro histórico y cruzarnos con un concierto lleno de militares, decidimos comer en uno de los restaurantes de la zona. Probablemente una mala idea. Al ser todo muy turístico en las calles principales, la comida no estaba tan buena y era algo más cara. Para otra ocasión, nos meteremos más en callejuelas para buscar algún sitio más auténtico.
Pasamos un rato más conociendo la ciudad y mirando sus famosas casas que, a su vez, nos devolvían una desconfiada mirada. La arquitectura de Sibiu se caracteriza por casas con unos ventanucos en las azoteas que recuerdan mucho a ojos entrecerrados que te observan desde las alturas. Aquí son especialmente comunes, pero también se pueden encontrar algunas casas así en otras ciudades transilvanas.
Y poco más que decir de Sibiu. Nos llovió un poco, lo que quizás le restase atractivo a la ciudad, y aprovechamos cuando escampó para dar un paseo hasta el Lidl para suplirnos de enseres de bebé y, por el camino, decidimos descansar un poco de comida Rumana y probar el sushi del país, que nos habían dicho que es muy bueno. ¡Efectivamente, no está nada mal!
Y así acaba Sibiu. Mañana nos toca uno de nuestros recorridos más esperados, ¡la Transfăgărășan!