Los días en Pushkar eran lo único fijo de todo nuestro viaje. Por estas fechas, Pushkar celebra la feria del camello, los camelleros y criadores de caballos del país se reúnen en Pushkar para vender y comprar caballos y camellos. El Pushkar Mela, como se conoce en hindi, dura una semana. Durante esa semana, en Pushkar es fiesta y están “de feria”. Los hoteles se llenan y los precios como mínimo se duplican. Nosotros queríamos asegurarnos, al menos, los últimos 3 días de feria.
Es importante tener en cuenta que Pushkar es una ciudad sagrada. En ella se encuentra uno de los únicos templos a Lord Brahma de la India y hay peregrinaciones durante todo el año. De hecho, la carne, el alcohol y las drogas están terminantemente prohibidos dentro de los límites de la ciudad, aunque, como veremos, siempre hay chanchullos.
Para los que tengan interés en estas cosas, Brahma es el dios creador hindú y forma parte de una de las trinidades, junto con Shiva y Visnú. Según la tradición hindú, Brahma encontró y derrotó a un demonio en donde ahora está Pushkar, entonando un mantra sobre una flor de loto. Para completar el proceso, su mujer debía ayudarle, poero no estaba, así que se casó con una chica de la zona. Por ello, su primera mujer (Savitri) lo maldijo, condenándole a sólo ser adorado en Pushkar. De ahí lo escaso de los templos a Brahma.
El Pushkar Mela, además de un evento turístico y ganadero, es la ceremonia religiosa más importante del año para la ciudad, así que a los miles de comerciantes y decenas de miles de turistas se unen otros tantos peregrinos y hombre santos que vienen a vivir la parte más espiritual de la feria. Por este motivo, si paseas alrededor del lago de Pushkar (cuyas aguas son sagradas y tienen efectos purificadores, según dicen los hindúes), verás a un gran número de hombres enjutos, muchas veces sin camisa y con la cabeza coronada por brillantes turbantes naranjas, que rezan, cantan, hacen hogueras o, simplemente, se agrupan para pasar la noche.
Gente purificándose en el lago de Pushkar
En la estación nos encontramos con Gustavo, un argentino que hace un recorrido similar al nuestro. La principal diferencia es que él no tiene alojamiento reservado en Pushkar. Sin nuestras fuentes son correctas, eso significa que no va a encontrar habitación por menos de 2000 rupias por noche. Sin embargo, parece que ha llamado de antemano y le ofrecen una muy barata, a 350 rupias, pero, según le han dicho, “tiene que verla primero”. No sabemos de qué clase de antro se trata.
Dormimos en sleeper y todos pasamos un montón de frío. Por suerte, el viaje no era muy largo, y poco pasadas las cinco de la mañana llegamos a Ajmer de madrugada. Pushkar es un pueblo pequeño, así que no hay línea directa de tren. Una vez en Ajmer, hay varios autobuses públicos que, por 20 rupias, te dejan en Pushkar y se pueden coger al otro lado de la calle de la estación. ¿El problema? No hay autobuses hasta las 6:30, así que nos quedamos esperando con Gustavo y el fresquito mañanero, y rechazando ofertas varias de tuk-tuks.
Parada del bus público Ajmer-Pushkar
Pasado un rato, acabamos cediendo y subiendo a un tuk-tuk que nos dejó al lado de nuestro hotel por 50 rupias por cabeza (nos agrupamos con Gustavo y otra chica, así que nos salió a 200 en total). Resultó ser una buena decisión, pues las paradas normales de autobús estaban cerradas por la feria y nos habría dejado a un par de kilómetros de la ciudad.
Al llegar, lavamos y tendemos ropa y nos echamos una pequeña siesta en el Raghav Resort (nuestro hostal, lo de resort es una gran exageración) para encarar el día con energía y salimos de paseo con la intención de localizar los terrenos de la feria propiamente dicha. Hay que añadir que los dueños del hostal son muy amables y simpáticos y el cuarto estaba fenomenal, aunque se nos olvidó hacer foto.
Si bien la ciudad estaba llena de gente (MUY llena), nos resultó extrañamente apacible. Pronto me di cuenta del motivo: ¡Apenas había motos! Alguien nos comentó que el centro estaba cerrado a los vehículos de motor durante la Mela, aunque sí que pasaba algún motorista de vez en cuando, dando bocinazos como si no fuera su culpa estar bloqueado en un mar de gente.
Calles de Pushkar
Entre varios puestos puedes encontrar el de maquillaje.
Los ghats de la ciudad están a pleno funcionamiento, con decenas de personas bañándose en todo momento para purificarse en cuerpo y alma (no se permiten fotos). Al pasar cerca de uno, nos interceptó un señor que, ofreciéndonos una flor, nos dice que es tradición pedir por el bienestar de la familia durante la feria, soltando la flor en el lago. Le seguimos encantados y, tras unos minutos de ceremonia (por separado, otro señor ayuda a Ana) y ya a punto de acabar, el rufián en cuestión me pide una “donación” de 3000 rupias. 1000 por papá, 1000 por mamá y 1000 por mi hermano. Le digo que ni de coña, que le doy 50, que con la desmonetización no tenemos un duro y que está muy feo no avisar. Se queja bastante, pero acepta y me dice que, para la próxima, traiga 100 euros.
Ana, menos diplomática y más lista, al oír la cifra, le dice a su truhan particular que ni de coña, se levanta y sale por patas, manchita y arroz en la frente incluidos.
Seguimos la decoración de las calles hacia la zona de la feria, pasando entre miles de turistas y tiendas que ofrecen sus productos a gritos cual mercadillo. En cierto momento, pasamos frente al templo de Brahma, de donde fieles y turistas salen y entran por igual, con los pies descalzos, pues los zapatos han de dejarse a la entrada, como bien denotan los cientos de pares esparcidos por la calle (y eso que hay unos puestecitos donde dejarlos). Probablemente no entremos nunca al templo, ya que, durante la feria, es un auténtico hormiguero.
Al final, y tras pasar una auténtica feria, con sus norias y cacharritos, llegamos al estadio donde se desarrollan los eventos de la feria. Los objetivos del día: ver el concurso de bigotes, participar en el de atado de turbantes e intentar conseguir tickets para ver el amanecer en globo al día siguiente.
Feria al anochecer
Localizamos con facilidad la zona de los concursos, justo al lado de donde una niña de no más de 6 años hace malabares sobre la cuerda floja, y nos apuntamos al de turbantes. Queda una hora para que empiece la exhibición de bigotes y tenemos hambre, así que nos acercamos a un puestecito de los alrededores que sirve algo desconocido y, por señas, pedimos uno para compartir por 30 rupias.
Era un curry de garbanzos servido con cebollita cortada y unas tortas de pan infladas y elásticas para usar de cuchara. Investigaciones posteriores indican que se llama Chole (¿el pan?) Bhature (¿los garbanzos?). El caso es que estaba muy bueno.
Chole Bathure (Imagen sacada de internet, se nos olvidó hacer foto)
Más gente de feria
El concurso de bigotes empezó tarde, como todo en la India, al finalizar el partido de cricquet, y fue tan pintoresco como suena. En este caso, una imagen vale más que mil palabras.
Los concursantes
Tercer puesto
Nuestro segundo favorito
Bonito bigote
Primer puesto
Nuestro favorito
Bigote humilde
Público feliz
No ganaron nuestros favoritos, pero supongo que no sabemos mucho de bigotes.
Lo siguiente que tocaba era el concurso de atar turbantes para extranjeros. ¡Nuestro momento! A estas alturas, Ana ya dominaba dos estilos de atado y se defendía con otro, así que teníamos bastantes posibilidades.
¡Tristeza absoluta! La calidad del turbante es irrelevante y solamente importa la velocidad (además, al acabar, la chica tiene que poner al chico una manchita en la frente y una pulserita). Confusos por la situación, somos terriblemente derrotados. Por otra parte, nos podemos quedar con el turbante, así que lo consideramos una victoria de todas formas.
Resultado tras ir a gran velocidad
Pasamos el resto del día paseando por la ciudad y los terrenos de la feria. Hay mogollón de caballos preciosos, probablemente esperando la exhibición y concurso al día siguiente, pero, aparte de los que tienen para pasear a los turistas, no vemos ni un solo camello.
Carrozas de camellos para pasear a turistas
Camello estiloso
No se ve ni un sólo camello
Al final, acabamos preguntando por los camellos y nos cuentan que, con la desmonetización de los billetes de 1000 rupias, los camelleros ya no podían comprar ni vender camellos. ¡Claro! Nadie tiene para pagar 50.000 rupias en billetes de 100. Por lo visto se fueron de la ciudad poco después de que se anunciase la medida. A saber la cantidad de tiempo y dinero que han perdido con la gracia. Es, probablemente, el evento más grande del año para muchos de ellos y se les quedó en nada.
Atardecer con los animales de fondo
Preguntando un poco más localizamos un stand donde comprar los billetes de globo por el módico precio de… ¡250 dólares por cabeza! Están locos estos Pushkareños. Volvemos a nuestro paseo, evidentemente sin tickets.
Atardecer en las calles de Pushkar
Club de fans de Ana formado por ganaderos
Hicimos comida-cena en un restaurante bastante indio que encontramos por la ciudad. Thali, para variar. Estaba buenísimo y decidimos que repetiríamos restaurante al día siguiente.
Quiero comeeeeer…
Restaurante en cuestión
Por la noche, paseamos alrededor de la ciudad y el lago. La ciudad estaba mucho más calmada, ya casi sin gente, y caminar por las calles fue una gozada. Los alrededores del lago, llenos de peregrinos y otros religiosos realizando rituales que se nos antojan mágicos alrededor de hogueras o pequeños ídolos es, sin duda, algo que no puede faltar en una visita a la Pushkar Mela.
Pushkar de noche
Indios viendo la tele
El lago de noche
Es gracioso ver que, incluso en una ciudad sagrada, es posible dedicarse a los vicios terrenales. Mientras paseábamos, un hombre se acercó para ofrecernos, rápidamente, en ese orden y sin dar tiempo a responder, agua, cerveza fría, whisky, marihuana y opio. Le agradecemos la oferta, pero la rechazamos. El opio después de cenar siempre me da modorra y todavía queda paseo.
Más tarde, y tras una Coca-Cola en una terracita con vistas al lago, nos vamos a dormir para estar listos al día siguiente. Aun desde la habitación se podían escuchar los cánticos y rezos de los fieles que resonaban por la ciudad del atardecer al alba.
En Sevilla a mi y a Carmen nos hicieron algo parecido unas gitanas. La suerte se paga en papel chicos. Por cierto muy fan de los bigotes