Pushkar Mela: Bullicio y Novios

Tenemos grandes planes para nuestro segundo día en la feria del camello: Ana tiene que participar en la matka race (una carrera con cántaros de agua), tenemos una competición de sillas musicales y, por la noche, el concurso de novios, donde, en teoría, nos tienen que vestir de novio y novia tradicionales indios y luego nos evalúa un jurado y tal.
Por algún motivo, la ciudad nos parece mucho más bulliciosa que el día anterior. No sabemos si hay más gente, hacen más ruido o un poco de cada. Mientras recorremos la ciudad camino al estadio, y esquivando a los timadores de las flores y a una serie de niñas, muy maquilladas, que dan mucho mal rollo y que te pegan con un palo que pululan por la ciudad pidiendo limosna, encontramos un banco con una cola para mujeres (distinta a la de los hombres) bastante corta. Como todavía necesitamos cambiar bastante dinero y nos estamos quedando sin efectivo, Ana se pone en ella. El banco abre a las 10 y la carrera de cántaros empieza a las 10 y media. Si entra rápido, llegamos bien. Mientras, yo rebusco por la ciudad otras opciones de cambio de dinero y algún sitio donde fotocopiar los pasaportes (necesario para el banco). También me acerco al estadio a ver si puedo apuntar a Ana a la carrera, pero, a las 10, todavía no hay nadie donde los concursos. Parece que va a haber retraso otra vez.

Cuando vuelvo al banco, ya están atendiendo a Ana. Por ser extranjera, dejaron que entrase la primera. Una vez despachada, salimos pitando hacia el estadio.

Los nuevos billetes de 2000 rupias. A pesar de su existencia, la crisis sigue galopante.

 

Llegamos unos tres minutos tarde. Hasta ahora, solamente ha habido un evento indio en hora. ¿Adivináis cuál? Efectivamente, la carrera ya está terminando (son como 25 metros) y solo hay tres participantes. Nos quedamos bastante chafados, pero nos apuntamos a las sillas musicales. Bueno, se apunta Ana, resulta que también es un evento femenino.

A pesar de su reticencia, Ana se defiende bien entre las 70 participantes del juego, llegando a sobrevivir hasta pasada la mitad. De haber sabido que se podía adelantar y que no se permitía retroceder ni un poco para sentarse, habría aguantado más, pero fue divertido de todas formas.

Enorme círculo de sillas musicales

 

A la hora de comer, volvemos a nuestro restaurante predilecto y, esta vez, pedimos a la carta. Está igualmente bueno y no nos sale más caro, unas 100-150 rupias por cabeza, con agua y lassis.

De camino al hotel para descansar, nos intercepta un indio preguntándonos si vamos a participar en el concurso de novios, a lo que respondemos afirmativamente. Encantado, nos explica que tiene un salón de belleza y se ofrece a ponernos guapos si venimos tres horas antes del evento. Le damos largas, pensando que nos quiere estafar, y seguimos hacia el hotel. Nuestra desconfianza y la barrera del lenguaje nos costarán caras en las horas venideras.

Paseando por Pushkar
 
La ciudad al otro lado del lago

 

Más Pushkar

 

Gaviotas zancudas del lago

 

Lo de los novios empieza a las 6:30 de la tarde. Para ir sobre seguro, intentamos localizar dónde apuntarnos a las tres y media. Después de dar unas cuantas vueltas y que nadie sepa nada, llegamos al escenario del estadio, donde una chica nos hace esperar casi una hora a que venga uno de los organizadores, que sabe del asunto.
Mientras esperamos, se acerca un señor con un maletín. Asumiendo que es el organizador, le saludamos con un apretón de manos. Ni organizador ni nada. Es un seguidor del Gurudev Shri Ramlal Ji Siyag, que vive en Jodhpur y cumple 80 años en una semana. Nos explica que el gurú en cuestión ha alcanzado la iluminación y está aquí para traer paz al mundo, como predicen numerosas religiones. Ofrece, de forma gratuita, una técnica de meditación que, con 30 minutos al día, entre otros beneficios, te cura de toda enfermedad, incluyendo cáncer, sida y hemofilia. Un chollazo. Nos deja unos panfletos muy informativos y nos anima a ir a Jodhpur para el cumpleaños, aunque le decimos que no nos cuadra con el viaje. Finalmente, se hace unas fotos con nosotros y se va. Los panfletos van a ser una lectura de cuarto de baño estupenda, que no tenemos móviles.
Finalmente llega el organizador y ¡sorpresa! El concurso de novios es, a efectos prácticos, un concurso entre salones de belleza y lo que ese señor nos ofrecía era maquillarnos y vestirnos gratis para representar a su salón. Queda una hora para el concurso, no sabemos cómo llegar a el salón en cuestión y no tenemos nada. Decidimos darle un tiento y nos ponemos a correr por las callejuelas de la ciudad, en busca de un “sponsor”.
El encargado de una tiendecita nos guía hasta “Sheshi beauty parlor”, donde Sheshi y las otras chicas están acabando de decorar a una pareja de americanos (que se acaban de conocer en el propio salón) con los que hacemos buenas migas. Sheshi nos acepta para un maquillaje exprés. Evidentemente no somos su caballo ganador, pero nos hace el favor.
Ana queda ataviada muy guapa con un sari rojo. Una pena el anillo ese extraño que llevan en la nariz. Yo, por otra parte, voy hecho un payaso, con labios rojos incluidos y un turbante que no me entra bien. Ni el americano ni yo tenemos zapatos de Aladino, que más adelante veremos en otros concursantes. Está claro que Sheshi se centra en las chicas.
El proceso del concurso es simple. Por parejas, salimos al escenario, caminamos acompasados, saludamos al jurado (ram ram sha) y al público (ram ram sha otra vez) y respondemos a las preguntas que nos hagan.
La primera sorpresa es al llegar al escenario (tarde). Ahí hay, mínimo, 5000 personas mirando, si no 10000. Parece que va a haber audiencia. Bueno.
 La segunda y mayor sorpresa es que el formato no tiene nada que ver con lo explicado. No salimos por parejas, sino de forma individual, y de pasear nada. Nos ponen una música y hay que pegarse un bailecito frente a los millares de indios. Ya vestidos y en el escenario, no tenemos escapatoria. Habrá que bailar.
Ana lo hace bastante bien. Mucha vuelta y mucha mano al vuelo, que con su vestido rojo le da aire de sevillana. Yo… bailo.
Baile de Ana
 

Baile de Alberto
No ganamos. Yo culpo a la falta de zapatos y espada y al turbante pequeño, pues mis habilidades de baile son, evidentemente, impecables. Sin embargo, nos dan una placa conmemorativa a cada uno (una se la regalamos a Sheshi), así que nos llevamos un pequeño recuerdo especial del Pushkar.
Menos mal que no ganamos. Aun habiendo perdido, fue, mínimo, una o dos horas de fotos y videos. Por lo visto salimos mañana por la tele. Cojonudo, no sea que no haya visto el baile suficiente gente.

De vuelta en el salón, nos hacemos más fotos con Sheshi y toda su pandilla, tomamos chai de celebración y nos desvestimos. En el proceso, Ana acuerda venir a la mañana siguiente para que la acompañen a comprar un salwar, un atuendo típico de la India.

Sheshi con Ana

Después de tanto ajetreo, toca paseo tranquilito por la ciudad y el lago y té en una terraza. Mientras lo tomamos, y como ve que miramos hacia él, se acerca uno de los miles de perros callejeros que pasean por las calles. Cuando le acaricio la cabeza, se queda totalmente quieto y entrecierra los ojos. Poco después, se hace un rosco y se acuesta a nuestro lado a dormir. Cuando nos vamos, nos mira por encima de las mesas y sillas, pero no nos sigue. Desde hoy, se llama Guau.

 

Volviendo al hotel notamos que es una noche muy distinta a la anterior. Hay mucha más gente por las calles y los rezos han sido sustituidos (o ahogados) por música de discotecas, que dura toda la noche. Parece que la úntima noche de ferie es una fiesta continua.

Uno de los cientos de peregrinos que acampan alrededor del lago sagrado

 

No hay comentarios

  1. Reismon C

    Una pena lo de la carrera de cántaros, pero que grande el concurso de novios XD

  2. Olga Camargo

    Podríais haber sido famosos !!! Jajajja amigos en la tele!!! 😛 que pena lo de los cántaros

  3. Marta Bonilla

    Jajajajaj Ana has bailado muy bien. Alberto no entiendo como no has ganado 🙂

  4. alberto

    Alberto bailando fenomenal como el Gandal Style..

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