Kumano Kodo 2: Un sinfín de cuestas desde Omata a Miura-guchi

Nos despertamos a las siete y cuarto, quince minutos antes del desayuno. Preparamos los bártulos, nos vestimos y le damos los buenos días a Tomo, que ya está acabando de preparar el desayuno. 

Tomo nos ha cocinado dos de los peces que pescó Alberto. Están muy ricos. Los sirve acompañados de arroz, ensalada, huevo frito, jamón, etc. Cargados de energía, nos despedimos del otro huésped de Osaka, quien nos da las gracias por el pez (él se está tomando el tercero). Tomo termina de preparar nuestros bentos para el almuerzo, que ha cocinado esta misma mañana, y se ofrece a llevarnos al inicio de la ruta de hoy.

Desayuno en casa de Tomo

Iniciamos el ascenso… y qué ascenso…Tras hora y cuarto de subida escarpada, nos reímos de las subidas y bajadas de ayer. Nuestras mochilas y camisetas están empapadas del sudor, pese a tener una temperatura agradable e incluso fresquita.

Subiendo a ritmo

Quince minutos más tarde, alcanzamos los 1250 metros de altura. Nos paramos a respirar y coger energías. El camino parece un cuento de hadas. Las señoras de ayer deben ser las hadas, pues están ahí en medio del camino, descansando.

Bajamos y subimos, paseando entre las distintas páginas de un cuento, hasta volver a alcanzar los 1250 metros. Esta vez contemplamos las cordilleras desde la cima del monte Obako-dake, “una de las 200 mejores montañas de Japón”, según afirma nuestra guía. No sabemos si es un logro muy importante.

En la cima del monte Obako-Date

Allí encontramos a un americano, sentado en el suelo contemplando el horizonte. Resulta que, pese a ser de Ohio, lleva 20 años viviendo en Japón, le encanta el senderismo y está casado con la japonesa que encontramos en los onsen ayer. Ellos dormían en el hotel del onsen. Hablamos de varias cosas y, tras reponer fuerzas, iniciamos el descenso. Cerca de la cima hay una pequeña cabaña en la que puedes acampar. Nos sentamos a la sombra y nos tomamos nuestros bentos. El pollo en tempura está buenísimo y las verduras también, hay además dos sencillos onigiri con sésamo.

La cestita de caperucita

Seguimos el descenso, con trechos bastante estrechos. Nuestra segunda mamushi del camino de peregrinación hace aparición. Mientras Ana camina mirando el mapa se cuela entre sus pies y Alberto lanza un grito; la mamushi sigue su camino como si nada.

El paisaje nos sigue sorprendiendo. Esta ruta es más bonita que la de ayer. Pasamos varias tumbas y los restos de antiguas casas de té o posadas de las que tan sólo queda la base de roca.

Pasarela entre los restos

Allí mismo, en medio de las montañas de Japón, nos encontramos con un grupo de ninjas ocultos, en medio de su mortal entrenamiento. Como premio por localizarlos, aceptan hacerse una foto con nosotros.

Foto con los ninjas

Llegamos al punto de bajada. Toca descender todo lo que subimos. Nos parece la bajada más empinada del mundo, y la más larga. Además, cubierta de piedras del tamaño de puños, raíces y hojas secas, que hacen de todo menos facilitar el camino. Después de cuatro kilómetros cuesta abajo, con las rodillas hechas polvo, llegamos a la carretera a 400 metros de altitud. Tras andar un kilometrito más, hacemos check-in en nuestro nuevo minshuku. 

A mitad de la bajada interminable

Esta vez se trata de un minshuku más pequeño, tiene dos habitaciones para invitados, como quien tiene dos habitaciones para invitados en su casa. El baño es el baño de la casa, el comedor es donde normalmente come la familia. Somos los primeros en llegar. Los dueños no saben nada de inglés y se ven un poco intimidados por el hecho de que seamos extranjeros. Descansamos unos minutos, le pedimos al dueño que nos de un poco de agua (a diferencia de otros sitios, aquí no nos han ofrecido coger agua de ningún lugar específico u ofrecido cantidades infinitas de té) y finalmente cogemos el bañador y nos vamos a bañar al río que vimos nada más bajar de la montaña.

El señor se asusta enormemente cuando le decimos “Sayonara”, se cree que nos vamos para siempre; le explicamos que volvemos en un rato.

Llegamos al río sin problemas. Recorremos la orilla en busca de un lugar con suficiente agua como para remojarnos. En comparación al de ayer, este río está mucho más seco, aunque hay una persona pescando. El agua está bastante fría, pero hace calor así que poco a poco conseguimos entrar. Es una bendición para nuestras piernas. 

Merecido descanso

A las tres y media o así decidimos ir volviendo para casa, se está empezando a poner el sol entre las montañas y hace un poco de fresco. Además, tenemos que ducharnos antes de la cena, que empieza a las seis.

Al entrar en la casa descubrimos con sorpresa que nuestros compañeros de minshuku son las señoras. Justo acaban de llegar, así que les ofrecernos bañarse primero. Parecen agotadas por la bajada.

Aprovechamos el rato para preparar la ropa de mañana y las cosas del baño y dejamos las maletas casi listas para partir. Nos da tiempo a bañarnos y ponernos el yukata del lugar justo antes de la cena, que esperamos con ansias, pues estamos muertos de hambre.

Nuestro cuarto

La comida no está a la altura de nuestras espectativas, aunque son bastante elevadas tras la cena que nos ofreció Tomo. La única cosa caliente de la cena es la sopa de miso, el resto estaba ya preparado antes de que llegásemos. El inari y meari sushi que nos sirven está muy bueno, pero el resto es bastante mediocre. Alberto está bastante molesto porque el pescado no estaba limpio. Las señoras intercambiaron algunas palabras con nosotros, pero tampoco hubo una conversación en sí. Parecen muy simpáticas.

Cena

Nos vamos a la cama bien, pero no tan llenos como nos gustaría, dado el esfuerzo del día. 

Escribimos un rato antes de acostarnos.