Subiendo a la cima de Indochina al amparo de la noche para ahorrarnos el guía

El monte Fansipan se alza 3.147 metros sobre el nivel del mar, lo que lo convierte en la cima más alta de toda la península y de la el nombre de «techo de Indochina».

Hasta 2016, la única manera de subir a la cima era con sudor y esfuerzo. Normalmente con la ayuda de un guía, podías seguir una de las tres rutas hasta la cima y deleitarte con una vista (o falta de ella, si hay nubes) solo disponible para unos pocos.
Desde 2016, el teleférico más largo y que más alto sube del mundo (tiene dos records Guinness) puede dejarte a tan solo 623 escalones de la cima.
El teleférico, aunque excelente para el turismo de la zona, fue un palo para el negocio de los guías, que vieron el interés en escalar a la cima reducido en un 80%. Entre los que se decantaban por el teleférico y los que ya no tenían interés en subir a una cima «domesticada», los guías tuvieron que subir los precios para mantenerse a flote. El precio actual es de entre 90 y 150 dólares por cabeza.

De las tres rutas que suben a la cima, solamente una puede hacerse sin equipo de escalada y en un único día. Se trata de la Tram Ton Pass, una ruta de, según el cartel, 11,2km que te lleva desde la Catarata de Amor, a unos 13km de Sa Pa y 1.500m de altitud, hasta la misma cima de Vietnam.

Para subir, se recomienda encarecidamente un guía. Tanto se recomienda, que hay quien dice que es obligatorio, a menos que pidas un permiso del ministerio. La gracia es que no hay manera de pedir dicho permiso. La mayoría de la gente que intenta escalar en Fansipan a solas se encuentra con un guardia a la entrada de la ruta de montaña que procede a explicarles que necesitan el permiso, que consiste, básicamente, en pagar al guardia un millón de dong (unos 40€) que se van directos a su bolsillo. Hay gente que ha conseguido regatear el pase a la mitad, pero nosotros tenemos otras ideas.

Nos levantamos a las tres de la mañana, dejamos la mochila grande al cuidado de la recepción del hotel, quedándonos sólo con lo básico, y preguntamos si nos pueden pedir un taxi. Nos dicen que sí, pero que a estas horas serán unos 600.000 dong (23€). Nos parece excesivo para un plan centrado en ser ratas, así que vamos andando hasta la plaza central de la ciudad y nos hacemos con uno por la mitad. Primer paso, completado.

La segunda parte del plan se complica porque el taxista no habla ni una palabra de inglés y necesitamos decirle que tiene que parar ANTES de llegar a la zona de la Catarata del Amor, desde donde empieza el camino de montaña. Si entra en el parking que hay, corremos el peligro de despertar al guardia.
Por señas y diciendo «Stop, stop! Here ok!» con mucha insistencia, conseguimos que nos deje donde queremos. Segundo paso, completado

Llega el momento de la verdad. Amparados por la oscuridad de la noche, sin encender ninguna linterna -no vaya a ser que despertemos al guardia- cruzamos el parking en busca de la entrada al camino de montaña. Sabemos que cae a la izquierda y que tiene que estar pasada la caseta del guardia. Justo al pasar la entrada hay un camino a la izquierda, pero ese NO es. Hay que avanzar unos 20 metros más y ahí unas escaleras se adentran en el bosque. Rápidamente nos metemos en la negrura de la selva nocturna. Hemos pasado el guardia. Toca selfie celebratorio. Ana se olvida de girar la cámara del móvil y lanzamos un flashazo en dirección al guardia. Corremos bosque adentro y nadie nos persigue. Tercer paso, completado.

Selfie celebratorio en la oscuridad absoluta

Ahora, solo queda llegar a la cima y rezar para que no llueva. Recordemos que estamos en época de lluvias.

El primer tramo de la ruta es por dentro del bosque. Está oscuro como la boca del lobo, así que la linterna que compramos es fundamental. Como decía Internet, el camino está muy claro, no hay más que seguir la ruta en la tierra, bien trillada, o los escalones y puentes que aparecen por el camino. Como leímos, incluso de noche, es difícil perderse. No hace falta guía.

15 minutos más tarde, el camino ha desaparecido. Estamos en un claro del bosque dando vueltas y probando distintas rutas en busca de señales de un camino humano. Siempre podemos desandar lo andado, pero el camino parece traernos a este claro sin duda alguna. Son algo más de las 4 de la mañana, estamos en el bosque y creemos que está nublado, así que la única fuente de luz es nuestra linterna única. No íbamos a comprar una por persona.

Cabe decir que en 2016 un escalador británico falleció subiendo el Fansipan por su cuenta.

Un cuarto de hora más tarde, logramos volver al camino. Nos habíamos desviado de alguna manera, pero ya estábamos enfilados otra vez.

El primer tramo del Tram Ton Pass es relativamente sencillo. Un paseo por el bosque cruzando algunos riachuelos con ayuda de resbaladizas piedras y escalando algunas murallas rocosas, pero con escalones más o menos tallados. Como solo tenemos una linterna, hay trozos que hemos de hacer por turnos, iluminando a los pies del que se mueve, lo que nos ralentiza un poco.
Si intentáis esto, sabed leer las indicaciones de que vais por buen camino: escalones humanos, puentes y boñigas de vaca son buena señal. Si estás pisando hierba, te has desviado.

A pesar de la dificultad de la oscuridad, en menos de dos horas llegamos a la primera cabaña de montaña, situada a 2200m de altitud. Hemos ascendido 700m de los 1600 y pico que nos tocan.
Ascender 1600m a lo largo de 11km pede sonar sencillo. Apenas una inclinación del 15%. Error. El Tram Ton Pass sube y baja continuamente. Por cada 100m que subes, espera bajar 50. Esos 1600m en vertical se convierten en bastantes más.

La segunda etapa, entre la primera y la segunda cabaña sube, en teoría, 600m, pero aquí es donde la ruta se complica. Por suerte, el cielo clarea y ya no necesitamos la linterna. En este segundo tramo, las vistas se vuelven espectaculares, encontramos vacas que nos miran, tan curiosas como nosotros y, sobre todo, subimos y bajamos mucho.

En este tramo hay, sobre todo, escaleras rocosas; rocas escalonadas; escaleras, escalerillas y escalerotas de metal, troncos que un alma caritativa talló a modo de escalones y rocas a secas, que también hay que usar de escalones. Menos mecánicas, creo que hemos visto todas las escaleras que existen.

En la última parte de este tramo, la altitud empieza a notarse. Bien pasados los 2500m, a Ana le cuesta respirar y el aire es mucho más fino. El esfuerzo de subir y bajar cada cuesta, roca y escalón se nota cada vez más y, para colmo, empieza a llover y la niebla (supongo que a esta altura son nubes) nos roba el imponente paisaje.

Niebla
Más niebla

Una vez más estamos empapados y fríos subiendo montaña arriba a la velocidad que podemos, pues tenemos que pararnos a recuperar el aliento cada pocos metros. Por suerte, las temperaturas no llegan a ser tan bajas como las del Fuji. Mantenemos los cortavientos guardados y protegidos en la mochila, con la esperanza de tener algo seco que ponernos al llegar a la cima.

Subir este tramo no require ninguna habilidad especial, pero sí resistencia, constancia y mucha fuerza en las piernas. No hace falta guía, pero hay que estar medio entrenado. Unos zapatos buenos tampoco están de más.

En otras dos horas, que se hacen mucho más largas que las primeras, llegamos a la segunda cabaña, a 2800m de altitud. Aquí es donde pasa la noche la gente que va con guía y hace la subida en dos días. Vemos a algunos bajar ya, tras el amanecer, mientras desayunamos nuestras galletas y descansamos un poco.

El tercer y último tramo, que sube los últimos 300 metros hasta la parada del teleférico, empieza con una escarpada subida que nos hace ilusionarnos. ¡Vamos a llegar en un momento!
Mentira cochina. Todo lo que sube, baja, y luego baja un poco más. El problema es que, cuando tu destino es el punto más alto de la región, todo lo que baja, también tiene que subir. Cada metro hacia abajo nos pesa como una losa, mientras la cuesta descendente, entre rocas empapadas, se nos hace eterna. Es en esta etapa donde la altitud se hace notar para Alberto, que no puede ya avanzar 20 metros sin pararse a coger el poco aire que hay en la zona.

Finalmente, estamos enfilados. Vamos marcha arriba y vemos el teleférico sobre nuestras cabezas. ¡El final está a la vista!
Nos cuesta un poco encontrar la entrada a la estación de teleférico. Hay que ir directamente hacia ella, aunque haya un camino que parezca rodear la ladera.
¡Finalmente arriba! Nuestra recompensa… un montón de turistas débiles que subieron en teleférico, como vagos, y una serie de puestos y restaurantes donde podremos recuperar fuerzas y tomar algo caliente… pero todavía no hemos acabado.

Turistas cutres

623 escalones separan la estación de la cúspide de Indochina. No suena a mucho, pero después de subir varios miles, es duro. El camino serpentea entre estatuas budistas y pagodas. Lo más impresionante es el gigantesco buda que vigila Vietnam a más de 3000 metros de altura.

Ahí anda el Buda

Sigue lloviendo a mares y el viento no hace nada por calentarnos. Las vistas son inexistentes, pero la niebla entre las estatuas budistas y los templos crea un paisaje místico que no está nada mal.

El Buda es gigante, y se puede entrar en el interior, hay guardias y flores. Está todo inmaculado pese a la lluvia.

Para los turistas más vagos, hay una especie de carrito de montaña rusa que une la estación con prácticamente la cima. Una vergüenza. Nosotros subimos paso a paso, escalón a escalón, parándonos a respirar cada varias decenas, por la falta de aire y el agotamiento, pero, al final, ¡coronamos el Fansipan! Hemos tardado 5 horas y media. Las estimaciones nos daban de 6 a 8 horas para gente bien entrenada. Somos la leche.

Bajamos hasta el restaurante de la estación y nos tomamos unos chocolates calientes y unas especies de hamburguesa y perrito respectivamente. Incluso sentados, se nota la falta de aire y lo mucho que pesa la ropa mojada.

Son algo pasadas las 10 y toca bajar. Desde aquí podemos coger el teleférico por unos 20 euros por persona (no hay mucho descuento aunque solamente sea un trayecto) para llegar al lado de Sa Pa en unos 20 minutos. La alternativa sería bajar a pata hasta la Cascada del Amor y coger allí otro taxi. Si solo fuera cuesta abajo, la situación sería distinta, pero estamos agotados y la perspectiva de rehacer todas esas subidas y bajadas es apabullante. Además, tendríamos que bajar en menos de 4 horas, corriendo a marchas forzadas, pues tenemos que coger un autobús a las tres para volver a Hanoi y todavía hay que pasar por el hotel a por nuestras cosas. Total, son 40 euros.

Ropas secas y energías renovadas.

En menos de 45 minutos estamos de vuelta en la cabaña de montaña más cercana. Nos duelen las piernas, pero cada vez hay más oxígeno y ha dejado de llover. Hay que darse prisa, no podemos perder el autobús.

La segunda etapa vuelve a ser la más dura. Las subidas y bajadas nos destrozan las rodillas, pero vamos animados y con ganas. Nos cruzamos con otros grupos, con guía, que suben la montaña.
Ya cerca de la primera cabaña, en la zona donde encontramos las vacas antes, hay un grupito de gente con cámaras. Una chica muy simpática nos saluda y nos pregunta de dónde somos. Le encanta que seamos españoles. Hizo el Camino de Santiago hace un año y le gustó mucho.
Resulta que es una reportera de Corea del Sur y viaja por el mundo haciendo documentales sobre distintas rutas de senderismo. Nos pregunta si estamos dispuestos a una pequeña entrevista. Tenemos prisa, pero ya correremos luego. El caso es que vamos a salir en la tele de Corea en Noviembre o Diciembre. Ha prometido mandarnos el reportaje por email.

Hemos tardado algo más de dos horas y media en llegar hasta la primera cabaña. Vamos a buen ritmo y solamente nos queda el bosque. Contentos por nuestro rápido progreso, seguimos adelante. El bosque es mucho más bonito de día, pero tiene más cuestas de lo que recordábamos y, con las piernas como las tenemos, cada escalón pesa.

Esto era un camino bien indicado de noche.

Conseguimos completar la ruta de vuelta en tres horas y media. El parking de la cascada es totalmente distinto de día. Tiendecitas, turistas y taxis plagan la zona. Perfecto. Conseguimos negociar con uno para que nos devuelva a Sa Pa por unos 8 euros y estamos allí poco pasadas las dos.

El hotel, por supuesto, está en alto, y tenemos que subir unas escaleras para llegar hasta él. Vamos muy despacito, pero llegamos. recogemos nuestras cosas y ponemos rumbo a la parada del autobús, que está como a un kilómetro, pero en plano.
Llegamos con tiempo de tomarnos algo antes de embarcar. Lo hemos conseguido.

Despedida de Sa Pa

Comparativamente, el Fuji tenía la dificultad del tifón, pero en cuanto a dureza del camino, el Fansipan require, sin duda, más entrenamiento y más resistencia. Aunque la cima esté domesticada, el camino hasta ella no ha cambiado mucho, así que la experiencia vale la pena si os gusta el senderismo y el montañismo.