Ana se despierta pronto, pues a las siete y media empieza el tour de comida de Hội An que ha organizado la esposa de un compañero de trabajo de Alberto. A esta segunda semana se han unido más parejas e hijos de empleados, así que somos unos 15.
Este tour está organizado por un señor europeo, el nombre y la nacionalidad del cual no recuerdo por falta de interés. Él vive en Vietnam con su esposa y organizan este tour, la guía es Vietnamita.
Tras una breve introducción, empezamos con el primer plato del día: una especie de mezcla de frutas con hielo y gelatina. Entre los ingredientes hay gelatina de coco, papaya, dragon fruit (es morado por fuera y blanco por dentro con pepitas, como un kiwi, sabe parecido al kiwi), coco seco, aguacate, leche condensada, y manzana vietnamita (de aspecto por fuera está a caballo entre un pimiento y una pera, pero sabe parecido a una manzana). Está muy rico, sabe como a papilla de frutas. Por desgracia no nos dicen el nombre de ninguna de las comidas en este tour.
Luego nos hablaron de una especie de vino de arroz con jengibre y cúrcuma. Este vino en particular es especial, lo prepara la madre de una futura madre tres meses antes de que dé a luz. Tiene alrededor de un 38% de alcohol. Una vez se da a luz, la madre tiene que beber esto cada día durante un mes. Como dato curioso, durante este tiempo, la madre tiene que estar en una habitación oscura sin tele, móvil, y sin ducharse. Normalmente se pasa el mes entero tumbada en la cama con calor. Debajo de la cama hay como unas brasas que la calientan. Otra gente cuida del recién nacido mientras tanto. En teoría, así consiguen estar guapas y hermosas (pero apestosas) más rápido.
También nos hablaron en esta primera parada de la hoja y el fruto del betel, el chicle de Vietnam, aunque nosotros ya habíamos oído hablar de esto antes. Esta hoja se dobla y se mastica junto a una rodaja del fruto. El sabor es amargo y pastoso. Después de masticarlo unos minutos, se escupe. Al esculpirlo, te deja la boca roja. Tradicionalmente, esta costumbre es practicada por las mujeres. Con el tiempo acaban con los labios rojos y los dientes negros. Según ellas, sus dientes se fortalecen y no se can tan fácilmente. No probamos esta práctica en el tour. Cuando el novio tiene que hablar con los padres de la novia para casarse, debe llevar como ofrenda una hoja y un fruto de betel.
Tras esta conversación, nos dirigimos al mercado, donde vemos toda clase de productos frescos. Aquí se aprovecha todo y se vende todo. En este mercado en particular hay muchos peces y gambas, ya que estamos cerca del mar y del río. Mayoritariamente, los mercados y las tiendas los llevan las mujeres, los hombres pasan mucho rato en el bar.
En el mercado también venden fideos. Hay unos especialmente populares en la zona, se hacen con cúrcuma y son más marrones. Son una receta familiar de una familia de Hội An. Se usan para hacer un plato típico, el Cao lầu. Probamos esto brevemente ayer, al encontrar a un compañero de trabajo de Alberto por la calle que lo estaba comiendo y nos dejó probar. Los fideos son buenos y tienen mucho potencial, pero el plato en sí es aburrido y no aprovecha bien los sabores.
En el mercado probamos la segunda cosa de hoy, bánh xèo. Hablamos de este plato ayer, ya que lo probamos en un restaurante. Es guay que lo preparen en el mercado y tal, pero el del restaurante estaba mucho mejor.
Al salir del mercado probamos nuestra tercera cosa del tour, es una especie de postre hecho con soja. Está muy rico. Lleva caramelo o miel que no es muy dulce para acompañar y se sirve calentito.
Hacemos una parada en un sitio donde nos tienen varias mini comidas preparadas.
De postre invitan a un heladero a repartirnos helados.
Seguimos caminando por la calle y encontramos a otro puesto ambulante. Esta vez se trata de un dulce hecho de sésamo y boniato, xí mà. Está bueno, pero a mí personalmente me gusta mucho más lo de soja. A uno de los niños pequeños del grupo le vuelve loco y se come 4 tazones.
Después de esto, nos paramos en un pequeño establecimiento a tomar Phở, la sopa más popular de Vietnam como comentamos en el primer post de Vietnam, y Bánh mì, los bocatas de Vietnam. Ambos estaban mejor que los que habíamos probado hasta la fecha.
Después de todo esto, hicimos nuestra última parada en casa del señor que organiza el tour. Nos tenían varias comidas preparadas y nos contaron un poco de lo que les apasiona de la comida de Vietnam. Principalmente, lo interesante de la comida de aquí es que mezclan texturas y sabores, lo salado con lo dulce, lo blandito con lo crujiente, etc.
Luego nos empezaron a hablar de productos que vendían y de que los beneficios iban a las víctimas del gas naranja con el cual se bombardearon los bosques durante la guerra. Era interesante, pero no es lo que espero de un tour de comida de la zona. Con el tour de Mango, te sentías entre amigos y todo estaba muy muy rico. En este tour la mayoría de las cosas estaban bien, o ni eso, y te sentías como un cliente. Para costar casi tres veces más que el tour que hicimos con Mango, me decepcionó, pero eso sí, llena me fui. Eran las doce casi y habíamos empezado a comer a las siete y media.
Recogí la ropa de la lavandería, y fui a por Alberto. Luego fuimos a probarnos nuestros trajes. Nos reciben, como siempre, muy contentos y con un par de botellines de agua. Nos vamos probando las distintas prendas, que ya nos quedan bastante bien, y marcando los pequeños ajustes que queremos: coger un poco el tiro por aquí, acortar un poco por allá… poca cosa. El principal problema era que el vestido de Ana trasparentaba un poco en la zona frontal, pero un par de almohadillas colocadas estratégicamente solucionaron el problema. Ana pidió, además, unos adornos en el vestido, a modo de cinturón.
Pasemos un rato más y nos topamos con este bicho. Es un loris, lo llaman Culi aquí. Es de la familia de los primates, parecido a un lemur. El dueño nos dejó tocarlo.
Luego nos paramos en un bar. Alberto se pidió una cerveza artesanal de la zona, que tenía mejor pinta que la bia hoi. Ana se pidió un té de lima y jengibre.